sábado, 27 de septiembre de 2014

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Vinos

Hace mucho que no recomiendo vinos, así que ahí van algunas sugerencias:

Trus Reserva 2006 

Un Ribera ideal para cena romántica con happy ending. Oscuro, torrefacto y especiado. El crianza no está nada mal tampoco, si no estás tan enamorado. 26 euros.



Neo 2006 

Un Ribera muy de ejecutivo coquero con daddy issues. Tabaco, regaliz, regustoso. De amar u odiar. 29 euros.


Les Terrasses 2011 

Mineral, como todos los Priorats, es el más conocido internacionalmente de todos, por lo que es perfecto para una cena con guiris. 28 euros.



Barón de Chirel 2006 

Un rioja clásico y potente ideal para cualquier tipo de celebración familiar importante. 56 euros.



Nimi 2012 

Un blanco seco moscatel de color dorado que te sin duda te sorprenderá por su sabor. Ideal para tomar solo en casa una noche de otoño. Y a un precio increíble. 8 euros.



Miquel Gelabert Chardonnay Roure 2011 

Un blanco pasado por barrica con notas de frutos secos y ahumados. De la zona de Manacor. Lo tomamos en el “De Tokio a Lima” este verano. 25 euros.

martes, 23 de septiembre de 2014

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Antihéroes y superhombres

Aquí os adjunto uno de los pocos artículos que me han hecho gracia en la prensa este verano, quitando el reportaje de Pedro Almodóvar en el Cuore, claro. Es un artículo de Jesús Ferrero que se publicó el 23 de agosto en El País.

Antihéroes y superhombres

Existe una teoría tan generalizada como discutible de que la “alta literatura” —la consagrada por los sistemas educativos, el Estado y la cultura— sería revolucionaria y la narrativa popular, reaccionaria

Fue Antonio Gramsci el que dijo que el mito del superhombre no lo había inventado Nietzsche, sino Dumas con El conde de Montecristo. La idea le sirvió a Umberto Eco para desplegar hace algún tiempo su teoría del superhombre de masas y colocar la literatura popular en el ámbito de la subcultura y la consolación. Si la “alta literatura” persigue, como el teatro griego, la catarsis trágica, la literatura popular perseguiría la catarsis plácida, el final feliz, y la convertiría, según Eco, en reaccionaria. Y así nos encontramos con esa teoría tan generalizada de que la “alta literatura” (la consagrada por los sistemas educativos, el Estado y la cultura) sería revolucionaria, y la literatura popular, reaccionaria. Vamos a imaginar que estamos de acuerdo, sí, vamos a imaginarlo, pero para empezar resulta tan disparatado atribuir la creación del mito del superhombre a Dumas como a Nietzsche. El mito del superhombre está ya presente en la antigüedad clásica, y desde entonces nunca ha dejado de frecuentar nuestra cultura.
 Cuando los teóricos hablan de la muerte del héroe y hasta de la muerte del personaje y de las estructuras narrativas (una música serial que empezó hace unos cien años), no se dan cuenta de que están hablando de muertes acontecidas en el territorio específico de la literatura culta, que prácticamente nunca llega a las clases más desprotegidas, ya que, en la literatura popular, el héroe y el personaje no han desaparecido ni es probable que vayan a desaparecer, si bien podrían hacerse cada vez más complejos.
Tendríamos que preguntarnos con absoluta seriedad por qué las clases populares apuestan por la épica e insisten con tanta fuerza en el mito del superhombre. Cabe una respuesta: el problema de los más desfavorecidos es casi siempre el de la supervivencia, sobre todo en épocas de vacas flacas, y van a insistir en su mito más querido, el del superhombre, que es en realidad un mito sobre la “extrema existencia”.
¿No resulta irónico ver que mientras que la “alta literatura” se ocupa desde hace bastante tiempo de la podredumbre del ser, la literatura popular continúa poblándose de superhéroes? La lista de superhombres y supermujeres que ha dado la literatura popular es muy extensa. Desde la antigua Grecia (con sus mismos dioses o con héroes como Heracles o Elena de Troya) hasta los grandes héroes de la Biblia (hombres y mujeres); desde los héroes bíblicos hasta los caballeros de la Edad Media y el Renacimiento; desde los exaltados héroes del Romanticismo hasta los múltiples héroes y superhéroes creados tanto por la novela popular como por el cine y el cómic en todo el siglo XX… Se trata, a menudo, de literatura que sigue las mismas claves estructurales que los mitos; una literatura llena de sucesos, habitualmente más mitológicos que reales (y, en ese sentido, también más abstractos y conceptuales), que, sin embargo, rara vez ha sido considerada un pensamiento, a pesar de que Lévi-Strauss creía que los mitos eran una forma muy concreta de pensar, de modificar y sustentar la realidad, hasta el punto de que los veía como un pensamiento operativo (que actúa sobre lo real), en las antípodas de un pensamiento inoperante que ya solo se dedica a contemplar su propio humo. Por lo demás, la teoría de Eco sobre el superhombre de masas está llena de contradicciones: por una parte dice que los mitos son reaccionarios, y por otra asegura que el mito de Edipo es revolucionario. ¿En qué quedamos? ¿No sería más correcto decir que en mitología, como en cualquier otro ámbito, encontramos relatos reaccionarios y revolucionarios?
Desde sus comienzos, la mitología popular huye de los planteamientos sin salida, de modo que el contraste no puede ser más brutal: a este lado del muro, los antihéroes medio desvanecidos, los infinitos monólogos interiores, las infinitas dudas y vacilaciones, la intertextualidad, la metaliteratura, la deconstrucción, la demolición; y al otro lado del muro, los superhombres y las supermujeres enfrentándose a la perversidad, sin pensar demasiado en lo que hacen. ¿El exceso de trabajo les impide filosofar?
Pero hagamos un poco de memoria: el reino de la imprenta coincide con el reino de la burguesía. Durante los cinco siglos de imperio de la imprenta, la burguesía fue fraguando su pensamiento filosófico y literario, y fue publicando y sacralizando a una serie de autores que en realidad conforman la historia de la literatura de cada país. Se quiere con ello decir que todo lo que hasta ahora se ha considerado la historia de nuestras literaturas sigue un código de clase, como no podía ser de otra manera.
En el Renacimiento, la literatura divulgada por la imprenta rezuma optimismo. Una clase social está tomando por primera vez conciencia de su poder y es una clase de espíritu laico, a diferencia de la aristocracia. La literatura exhibe en esa época el ímpetu feliz, expansivo y radiante de la burguesía naciente. Es la primera gran fiesta de los burgueses. Otro gran momento fue la Ilustración, que muestra por primera vez en la historia el verdadero pensamiento burgués en todo su esplendor: la burguesía tiene muy claras las cosas, y ya solo le queda el asalto al poder. Parte de lo que ha conseguido, y muy especialmente lo que se podría llamar toma de conciencia, ha sido a través de la imprenta. Demos un salto abismal hasta el simbolismo, cuando resurge el tema, ya frecuentado por el barroco, de la podredumbre del ser, de la angustia, de la desesperación, de la descomposición integral del alma, de la discontinuidad, de la decadencia, de los caminos sin salida, de la abolición de la esperanza. Esa música cada vez más repetitiva estalla con Baudelaire y Rimbaud, y continúa a su manera con los grandes novelistas de entreguerras, el surrealismo, el existencialismo, y mucha de la “alta literatura” que se ha publicado desde entonces. Se trata de un viaje que recupera la herencia más escatológica del barroco y que en algunos autores adquiere la forma de fasto verbal. Si me analizo a mí mismo (este verano estoy releyendo Ulises: un superhéroe clásico que en Joyce se convierte en un antihéroe que nunca abandona su Ítaca y que además es cornudo) creo que he estado a menudo más cerca de la tradición de la modernidad que de la otra, por más que sospeche que buena parte de lo que se entiende por literatura de la modernidad es una derivación del barroco, mucho más vinculada a Tánatos que a Eros. No podemos olvidar que el tema de la podredumbre del ser en su versión más moderna coincide con la decadencia real de la burguesía, narrada en la primera novela de Thomas Mann. ¿Y si a través de sus autores lo único que ha estado narrando en los dos últimos tiempos la clase dominante ha sido su propia podredumbre, confundiéndola con la podredumbre de la humanidad? Pero la burguesía, esa gran clase que deja tras ella un legado inmenso y parcialmente perdurable, puede que ni siquiera sea ya podredumbre y haya sido sustituida por una especie de crematocracia internacional de nuevo cuño, mucho más inculta y despiadada que la clase que le antecedió en el gobierno del mundo.
Y mientras tanto, ¿qué leen “los de abajo”? Pues leían y leen autores que rara vez salen en las historias de la literatura y consumen una narrativa que para bien o para mal está en las antípodas de la descomposición del alma, una narrativa que se dedica a cultivar, con una insistencia absolutamente heroica que no conoce el desmayo, los mitos del superhombre y la supermujer. ¡No me digan que no es para asombrarse ante semejante disyuntiva filosófica: una de las corrientes busca desde hace tiempo la nada, y la otra no ha dejado nunca de buscar el ser!

lunes, 15 de septiembre de 2014

No eres tú, soy yo


• Todavía con jaqueca después de aceptar el reto del cubo de hielo de la ELA. Ya sé que no es excusa para tanta ausencia veraniega, pero es que cuando a uno se le congelan los occipitales, se plantea muchas cosas. Entre ellas, si hacerse el boyzilian o no. No me gusta hablar de higiene íntima, así que sólo diré una cosa: vuelve el talco. Desgraciadamente no es lo único que vuelve. También vuelve el rosa puñeta. Que no sé si se llama así por lo difícil de combinar que es con el rojo o por la intención puñetera de evitar el germanismo del fucsia.

• Pero basta de frivolidad, que esto empieza a parecer el Cazamariposas. Hablemos de algo serio: a pesar de los rumores que corren por el cibertedero, no voy a abandonar esta tribuna. He estado tentado de cambiarle el nombre, eso sí. En esta ciudad con tendencia a alargar las denominaciones (la Pasarela Cibeles Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas…), había pensado en algo así como Champán y Zumo de Naranja es el Nuevo Negro, pero al final me he contenido, vaya a llenárseme esto de lesbianas.

• Este agosto pensé que sufría ataque de nomofobia. No es que no me gusten los gnomos, es la fobia de estar sin móvil. Después de mucha terapia, he duplicado el número de horas que lo dejo en casa. Digamos que he pasado del síndrome de la vibración fantasma (cuando piensas que tienes un mensaje y es mentira) al síndrome del repelús de pensar que me escriba algún fantasma de esos que conozco de noche.

• Porque mi nuevo lema es bros before hos (lo colegas antes que las putillas). Por lo menos hasta que encuentre a ese “hombre calladito con una madre de armas tomar que no le tenga miedo a las mujeres con carácter”, como dice Jane Fonda

• Aunque este verano, si pasará a la historia por algo, es porque fue el verano que murió Lauren Bacall.

• Es pensarlo y tengo que ponerme un Whisky Sour.

martes, 2 de septiembre de 2014

Veraniega

Uff, esto está más abandonado que el blog de Paula Echevarría... Aquí os dejo música para una noche de verano. También podéis seguirme directamente en Spotify escribiendo en el campo de búsqueda principal spotify:user:vilespill.

2017: tibio y desafecto

Ay, que ya nadie se acuerda de 2017. Aquí va mi resumen: Lo mejor del año  * La frase de "Juego de Tronos": “Maybe it real...