viernes, 17 de junio de 2011

Granada

Granada, la otra Granada, la Granada no vivida, esa es la ciudad con la que sueño. Su exotismo, la dejadez, la calma, la indolencia oriental de la que hablaba Rusiñol. Precisamente hay un cuadro de Rusiñol, “Glorieta Verde”, que puede verse en el Museo de la Memoria de Andalucía (¿por qué no cenamos ahí?), que muestra una pérgola de cipreses con la cúpula de Santo Domingo al fondo. Rusiñol, morfinómano ("ja no et deixaré, morfina"), misógino con retranca (gay?), coleccionista, amigo del rey y republicado de corazón, con muy poca capacidad de autocrítica, tenía adoración por Granada.



Hay otro cuadro que me encanta, “Gitana del Albaicín”, donde se ve una gitana seria, melancólica, quizá enamorada, quizá pensando en la muerte, con los cipreses de un Carmen al fondo.


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"Així que s'entra a Andalusia, la primera flaire que se sent és de peix fregit, olives i chorizo". Rusiñol tuvo una muerte un poco sórdida en Aranjuez. No sé si murió besando a la morfina como él quería, morfinizado, morfiniaco, pero tuvieron que mutilarlo para que entrara en la caja. Después se lo llevaron al Círculo de Bellas Artes de Madrid, y más tarde a Sitges por ferrocarril.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué acercamiento tan romántico y oscuro a la vez. Te llamo. Granada lucirá sus mejores galas. El restaurante del museo lo desaconseja todo el mundo como uno de los timos de la ciudad. Lo único que merece la pena son las vistas que ofrece, que son espectaculares. Yo iría. ASC

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