Pero eso está cambiando. Últimamente tengo la sensación de que o me toca la lotería o no sé cómo voy a aguantar los años que nos quedan. Sinceramente, mi nivel de vida me aburre. Que te toque la lotería debe parecerse mucho a convertirse en superhéroe. Pero no me refiero a un Bruce Wayne de la vida, que está forrado y aburrido y hace de su sayo una capa. No, me refiero a despertarse un día con poderes supernaturales, como que te pique una araña radioactiva o te expongas a una explosión de rayos gamma. Un héroe clásico de esos de las 5 fases: 1) necesidad de aventuras, 2) superpoderes, 3) el vientre de la
ballena, 4) el camino de las pruebas y 5) el encuentro con la deidad.
Por eso me deprime tanto el anuncio de la lotería de este año. El culto a la pobreza y la solidaridad es algo muy de pijos.
Cuando ayer me enteré de que el Dietrich de Barcelona se traspasa (Pau me dijo: el final de una era. Le respondí: esa era acabó hace ya mucho), me quedé pensando que aún nos queda el rabo por desollar.
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