viernes, 31 de octubre de 2014

Yo tengo un trato

Este Halloween lo que se lleva son las calaveras, pero no las de Swarovski ni las góticas ni las heavies ni las mariovaqurizas. Se llevan las calaveras mejicanas con flores. Aquí el disfraz de Kate Hudson o el vídeo de Prayer in C:


miércoles, 29 de octubre de 2014

No queda más que nieve

Estoy como la Hormigos, paralizado entre la pasión y el cariño. La pasión que me da la ginebra y el cariño del Campari. Así no hay quien avance. Debo como veinte mil posts al Chihuahua, incluido uno sobre Peter Brook (menudo mojón de Peter Brook, por otra parte), la lista de música de septiembre (y estamos casi en los Santos), un especial hipsters (ya, qué pereza) y no sé cuántos pendings más. Tengo la casa manga por hombro. Y por si fuera poco, la adicción a las series me está dejando sin mundo interior y con una lumbalgia de no te menees. Vamos, que no me llegan las veinticuatro. Un cuadro de procrastinación que ríete tú de Tania Llasera con el gimnasio. Esta noche me voy a hacer brócoli, que dicen que sube la testosterona, a ver si va a ser eso.


El cotilleo de la semana en Madrid ha sido, como no podía ser de otra manera, las declaraciones de Jaime Renedo en Sálvame después de su ruptura con Natalia Verveke. Y no me refiero a su confesión sobre las adicciones de ella (que si él estaba metido en un pozo, ella más, porque llevaba más años y tenía más dinero), no estoy yo en posición de juzgar las rehabilitaciones de nadie, sino cuando dijo que cada vez que se mudaban ponían la canción "Lo Noto" de Hombres G, que va sobre la desintegración de una pareja. Puro Bergman.

martes, 21 de octubre de 2014

Un grave caso de quijotismo

Como decía la inefable Shelley Duvall en Annie Hall: a mí me encanta que me reduzcan a un estereotipo cultural. No es de ahora, de siempre. Pero la otra noche, viendo Smiley (Guillem Clua) en el Teatro Lara la cosa llegó al paroxismo.



Tanto que casi me tienen que ingresar en la López Ibor con una crisis de exceso de empatía envidiosa. Tú coges lo que debió sentir Ripley la primera vez que vio a Dickie en la Costa Azul y le sumas lo que pensó Isabel Allende la primera vez que leyó a Gabriel García Márquez y te quedas corto. Una mezcla de “estás hablando de mí” y “por qué no hablo yo así de mí” rayana en la esquizofrenia.

Para que se entienda. La obra va de un chulazo que sólo se lía con chulazos y un día se enamora de un madurito al que le encantan las películas del Hollywood de los 40. Para colmo, el chulazo está interpretado por un niñato catalán (Ramón Pujol), compañero de gimnasio intermitente desde que llegué a Madrid. La obra llevaba dos años con ganas de verla (estuvo en Barcelona más de un año, primero en la sala Flyhard y luego en el Capitol y el Lliure), porque ya había leído 'Malburg' o 'La pell en flames' del mismo autor y me habían encantado. Guillem Clua además fue elegido hace poco por la revista OUT americana como uno de los 100 solteros más cotizados.

Pero la autoficción era demasiado confusa: el niñato va al Marta Cariño en la ficción y en la realidad (la noche antes de ver la obra me lo había encontrado allí). En la obra se queja de lo pequeños que son los números en las mancuernas del Gymage, cuando tres horas antes nos habíamos saludado en la puerta del Gymage. No sé, todo muy desconcertante para alguien que ama odiar/odia amar las comedias románticas y no puede evitar levantar la ceja con la historia del hilo rojo del destino. El arquitecto que se enamora del niñato no me gustó tanto. Creo que Guillem debería armarse de valor y, si la obra es tan autobiográfica como dice, salir él a la palestra (que además, da más el perfil físico).

La obra, una sucesión de clichés y lugares comunes sobre el mariconismo y el enamoramiento tan bien puestos que no me importaría volver a verla. Pero no, debo ser fuerte, que voy a acabar peor que Alonso Quijano. No más autodrama.

Además, cada vez que veo a Ramón me pongo tan tenso que, como decían en Todo en un día, si me metieran un trozo de carbón en el culo, en dos semanas me saldría un diamante.



martes, 7 de octubre de 2014

Para leer

Aquí os dejo una lista de música tranquilita para leer. Son 10 horas, así que puedes avanzar para elegir tu estilo. Empieza jazzy, sigue moderno y termina español.

viernes, 3 de octubre de 2014

Todos somos Tania Llasera

En el gimnasio se han dado cuenta de que soy TOC. Lo que no saben es que sólo lo soy en el gimnasio. Y es que, como diría mi madre, no estás a lo que estás. Vamos que, menos en bajar calorías, estoy en todo.

El otro día, mi némesis (un escritor más joven y más rubia que yo, publicado en Anagrama y con una tableta de chocolate de infarto) me pilló haciendo twerking mental en una columna cantando a las Sugababes: “I know my hidden looks can be deceiving, but how obvious should a girl be?”. Inmediatamente tiré el chicle, puse cara de hastiado sofisticado y me fui dando saltitos a la elíptica.

Desde que me enteré de que hay que tomar chicle en el supermercado para perder peso, me paso el día masticando Trident, que además me viene muy bien para el TOC, aunque se me está poniendo un poco cara de taquillera de cine porno.

Subido a la elíptica, nivel bajo posvacacional (el mío, de siempre), en pleno ataque egodistónico (qué te crees, ¿que no me doy cuenta?, claro que me doy cuenta), tuve una revelación: las Timberland son las nuevas Birkenstock, el Spritz es el nuevo gintonic y el twee es el nuevo hipster.

Ya está, ya lo he dicho.

I share, therefore I am. Porque compartir es eso, compartir tus supersecretos del otoño. Y no publicar fotos tuyas de la playa en Instagram, eso es de putitas (podría publicar aquí las de mi némesis, pero soy más elegante que todo eso).

Después de la elíptica, me bajé a Zumba. No sin antes hacer una paradita en la máquina expendedora, porque el cardio siempre me pone snacky. Mientras esperaba a que saliera la papilla multicereales sin gluten ni azúcares añadidos y extra de proteína, con mi pose Katherine Hepburn, así con un pie para adelante, un brazo cruzado y el otro con la mano en la barbilla, noté que me tocaban la espalda. Me volví y allí estaba mi némesis, metiéndome prisa, con su camiseta sudada de Todos somos Tania Llasera. Me disculpé, recogí la papilla y le dejé paso con mi cara de “lee menos, vive más”.

Por la Zumba no me preguntéis, porque no recuerdo mucho. A veces me pasa, que las endorfinas me producen lagunas. Lo que, sumado al TOC, es como meter un elefante en una cacharrería. Creo que me echaron de la clase.

Asfixiado me dije, venga arriba a hacer 100 hipopresivas. Y es que soy como Ícaro, cuando me pongo, no hay quien me pare. Claro que a toda pajarraca se le acaban derritiendo las plumas. Al final de la escalera, al borde de un ACV menor, lo pensé. ¿Y si metes la bamba debajo del césped artificial y te tiras como Gene Tierney en Que el cielo la juzgue?

Ya en la calle, abrí un paquete nuevo de chicles de nicotina y pedí fuego.

2017: tibio y desafecto

Ay, que ya nadie se acuerda de 2017. Aquí va mi resumen: Lo mejor del año  * La frase de "Juego de Tronos": “Maybe it real...