martes, 29 de diciembre de 2015

Las uvas y el alquitrán

Da miedo que cada vez sea más fácil resumir un año, pero es que pasan volando. La llegada de la alcaldesa Karmele, como la llaman los taxistas, ha marcado el fin de las pelucas en Navidad por Madrid, o al menos a mí me lo ha parecido. La emergencia de los falsos hipsters (perdón por el pleonasmo) coincide con el declive del hooverboard, el ex regalo estrella de la navidad, ahora que no se puede subir a los aviones (por un problema que no viene al caso de las baterías de litio, que explotan). Se entiende que los modernos que compran el hooverboard se pasan el día viajando en avión, lógicamente. Ha sido el año de los vermouts, de los que se han hecho hasta turrones; del Jägermeister, que divide a la población entre los que se lo tienen prohibido y los que tienen mucha fe en la bondad humana; de las reuniones de cocainómanos anónimos; de las gastronetas, aunque todavía no he visto ninguna; de las dudas sobre la Trovada en activos, cuando el 80% de su efectividad es en el derrière; de las sexparties y el chemsex; del poliamor y la pocavergüenza.

El año de la economía compartida (I share, therefore I am), la responsabilidad tuitil y el stinky pinky aplicado a la política de pactos. El año en que Artur Mas aprendió a jugar al mus. El año en que por fin descubrimos por qué Rajoy usaba plasma: porque es precognitivo. Esta casta es una ruina.

La noticia que más me ha impactado en todo el año es el aumento exponencial de las ETS entre los jubilados de Florida. Da para un gran título de película de Ozores: Para lo que me queda en el convento, me corro dentro. El cine español ya no es lo que era.

Feliz año a todos y virgencita que me quede como estoy (de virgencita, que el año pasado deseé lo contrario y no se me ha cumplido nada).

Hace mucho que no hago listas, así que aquí va una de resumen del año.

Mejores libros de ficción

También esto pasará, Milena Busquets
Sumisión, Michel Houellebecq
Mi cuerpo también, Raquel Taranilla

Mejores libros de no ficción

El mundo, un escenario, Jordi Balló y Xavier Pérez
El anzuelo del diablo, Leslie Jamison
Capitalismo canalla, César Rendueles

Mejores películas

El despertar de la fuerza, J J Abrams
Kingsman, Matthew Vaughn
Mad Max, George Miller

Mejores series 

Daredevil
Quantico
How to get away with murder II

Mejores obras de teatro

El público, Álex Rigola
La clausura del amor, Pascal Rambert
Fla.co.men, Israel Galván
John, DV8 Phisical Theater
Porgy and Bess, Cape Town Opera Company
Soeurs, Wajdi Mouawad
Reikiavik, Juan Mayorga

Mejores vinos

Trasnocho 2009. Remírez de Ganuza
Malleolus 2011. Emilio Moro
Algueira 2009. Adega Algueira

Mejores restaurantes

SQD Meat Point
Aire
Ahary

Mejores canciones

Automatic, Zhu feat. AlunaGeorge
Baloncesto, La Prohibida
Little Danger, Prides
Your Low, DMA’s
Northern Lights, Kate Boy
Down Here, John Grant
Tonto, Soleá Morente
All U Writers, !!!
Some Wonder, Jimmy Somerville

Mejores discos 

Ratchet, Shamir
Real Life, Real Lies
Currents, Tame Impala


miércoles, 2 de diciembre de 2015

London Spy

Las series gays tienen un problema con su público, que no le gusta verse representado, qué digo no le gusta, le repugna, supongo que tiene que ver con el cuadro de Dorian Gray, el espejo de Blancanieves o, en última instancia, la dificultad de Miss Havisham para reconocer su reflejo. Pasó con Looking, que tuvieron que cancelarla por falta de audiencia, que no de comentarios en las redes, donde gente que ni siquiera la había visto se apresuró a decir aquello de “no, no, no, no nos representan”.

Pues bien, ahora la BBC sube la apuesta con una nueva serie gay de género, London Spy, que es un cruce de Maurice, Retorno a Brideshead, El Topo y Skyfall. Son cinco capitulitos de una hora cada uno, termina este domingo y mi grado de identificación fue como el de Narciso en el estanque (de gritar todo el rato como una loca).

El protagonista de London Spy es precisamente Ben Wishaw (el nuevo Q de James Bond) que interpreta a un típico gay urbanita, más solo que la una, que una mañana al volver de marcha conoce al hombre de sus sueños, Edward Holcroft (al que ya vimos en Kingsman), que por supuesto no resulta ser quien dice ser.

La crítica inglesa ha dicho barbaridades como que es “as exclusively all-male as an old-fashioned gentlemen's club", que Wishaw tiene “the body of an alien”, que la trama es “a plodding old carthorse lacking intrigue, charm or plausibility”, o que “Believe it or not, BBC execs reckon there is not enough gay drama on the Beeb […] You might think that it's become impossible to switch the telly on without seeing two men locked in a naked clinch, or in drag, or snogging".

Como decía Shelley Duval en Annie Hall, a mí me encanta que me reduzcan a un estereotipo cultural y, je dirais même plus, tengo déficit de representación mariconil, como no me canso de repetir en este foro, así que os la recomiendo fervientemente.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Lo que va de un binge-watching a un gangbang

En este mundo de abstiencia secundaria (para el que no lo conozca, pulsar aquí) que le ha tocado a uno vivir (y puedo incluir cien motivos más de los que cita el NYT), empezar a ver una serie cada vez se parece más a liarse con un desconocido. Por eso las series inglesas son las mejores, porque sabes que normalmente no pasarán de las 6 citas y, en el caso de que te empiecen un día a hablar de creampies (como me ha pasado, de hecho, con la segunda temporada de Catastrophe), puedes dejarlas sin demasiados remordimientos. No que yo tenga muchos problemas con el clousure (obsesión por terminar aquello que se empieza), ni con el beginning, puestos a ser sinceros. Puedo empezar una serie por la cuarta temporada o el último capítulo de la primera, como puedo dejarla después de cinco temporadas de absoluta fidelidad si un día me tose lo más mínimo.

En fin, que lo único que quería era poner este vídeo que me hizo gracia el otro día antes de que deje de ver la serie y le coja manía.

martes, 10 de noviembre de 2015

De pobres

No puedo estar más contento con la noticia de la OMS contra la carne procesada, no sólo porque me pilló en el pueblo y me abandoné a desayunar molletes de lomo metío en manteca (yo, que soy muy de ayunarle al desayuno), sino porque se acabaron las colas en la sección de embutidos de El Corte Inglés y presiento una caída del precio del jamón de bellota.

Presentir una caída del precio del jamón de bellota es de pobres. 

El título de la obra de teatro “Arsenic and old lace” es una parodia del título de una novela rosa llamada “Lavander and old lace”. Aquí se llamó “Arsénico y encaje antiguo”, aunque hubiera sonado mejor “Arsénico y lavanda”. El título que tuvo en el cine, “Arsénico por compasión", es muy bueno, aunque un poco spoiler. Por cierto, que a Cary Grant nunca le gustó la película porque estaba muy sobreactuado.

Estar sobreactuado es de pobres. 

Una desventaja del mariconismo es que te gustan tanto las series de hombres como las de mujeres. Este finde he estado enganchadísimo a Crazy Ex Girlfriend y Quantico.

Estar enganchado a las series es de pobres. 

Hace poco volví a ver “Qué he hecho yo…”, que tiene una de las escenas más tiernas del cine mundial, cuando Chus le pide al nieto que le escriba una carta con la letra de Gracia de Mónaco, la pobre.

Tener buena letra es de pobres. 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Los soldados de la noche

Dos fenómenos crecen paralelos en las principales capitales del mundo, desde Londres a Nueva York, pasando por Madrid. Los locales míticos de la noche caen como chinches, mientras en hoteles, hospitales, metros y cines, las chinches se reproducen como locas. Lo que nadie se ha atrevido a decir es que ambos están relacionados.

Estoy cansado de leer artículos culpando de la decadencia de los locales nocturnos a las aplicaciones para ligar, a la especulación inmobiliaria del centro de las ciudades y hasta a los hierbajos de los gintonics, amén de los que pugnan por convertir en patrimonio de la humanidad garitos y cuartos oscuros donde se enamoraron por primera vez y hoy no entrarían ni las cucarachas.

Por no hablar de aquellos que tienen de chinche la sangre y no paran de insistir en el consabido “no son los locales, eres tú”. Que ya no tienes edad, que ya no ves la vida en technicolor como cuando tenías veinte años… a estos últimos les digo como la Veneno: juguete roto, tú, yo soy un bombón.

Pensar que el ocio nocturno no ha cambiado en los últimos años es como decir que en los años 80 las ciudades eran igual de seguras que ahora, sólo que entonces eras más joven y todo te daba miedo. Objetivamente, la noche ha cambiado, como han cambiado la música y la forma de comunicarnos. Algunas cosas a peor y otras a mejor. Ahora los feos follan más que hace 15 años y yo me alegro mucho por ellos.

Las chinches han estado presentes en la literatura desde Aristófanes hasta Teju Cole. A mí me gusta especialmente una obra de teatro del poeta ruso Vladimir Mayakovsky de principios del siglo pasado llamada "La chinche", una comedia satírica sobre el primer deshielo de la revolución rusa. La chiche que sobrevive en el cuello de la camisa de un obrero renegado al que congelan tras un incendio el día de su boda y resucitan medio siglo después es la metonimia de la resurrección burguesa: hay dos clases de chinches, dicen en la obra, la “cimex normalis” que, después de hartarse y emborracharse sobre el cuerpo de un hombre solo, cae debajo de la cama, y el “philisteus vulgaris”, que después de hartarse y emborracharse sobre el cuerpo de la humanidad, cae encima de la cama. Yo añadiría otra más, la “cimex 2.0”, que viene a avisaros de que pasáis demasiado tiempo en casa. Hay que salir más si no queréis que se os coman las chinches.

Las chinches ya no son, como antaño, algo de cerdos que no se lavan nunca, de cerdos y de rojos, como decía el facha de Wenceslao Fernández Flórez, que dedicaba un artículo del ABC al olor a rojo, una mezcla del “olor a bravío de las bestias montaraces, el de las sentinas, donde viajaban los emigrantes, que es dulzón y se agarra a la garganta, el olor a botica de las chinches gordas (…) Todo Madrid olía a eso (…) Tampoco sería muy difícil explicar la solidaridad de las chinches y las cucarachas con el marxismo. (…) ¿Simpatizan por una análoga tendencia sanguinaria? (…) El marxista respeta a las chinches por un confuso totemismo (…) El marxismo –religión de presidiarios, de fracasados, de envidiosos, de contrahechos, de vividores, de perezosos, de gente de cubil- tenía que oler así”.

No, Wenceslao, ahora las chinches no entienden de clases. Están en los mejores hoteles de Nueva York y en los mejores cruceros; atacan a los hipsters que van a la Filmoteca, como la de Madrid, que tuvieron que cerrar este verano para fumigar; se cuelan en barrios en vías de gentrificación, como Lavapiés; se les dedican canciones, como la de Joni Antequera (Amatria), que dice que cuando se mudó a Madrid las chinches le recordaron que las cosas no iban a ser fáciles.

Las chinches atacan sobre todo una hora antes del amanecer. Si no estás en casa, no te pillarán. Como dice Teju Cole en “Ciudad abierta”: “Eran desvelos primordiales: el poder mágico de la sangre, las horas dedicadas a los sueños, la santidad del hogar, el miedo al ataque de lo invisible”.

Las chinches han vuelto para devolvernos la noche. Hay que respetar a las chinches, como los antiguos marxistas. Algunos remedios caseros para atacarlas son la cúrcuma, la menta, el alcohol o el clavo. No sé a vosotros, pero a mí eso me suena a gintónic.

martes, 6 de octubre de 2015

La versión XY del director

Acabo de ver el director’s cut de 54, de Mark Christopher, la película de finales de los noventa sobre la época dorada de Studio 54. Me encantan las películas de chico/a de provincias/barrio se va a la gran ciudad a probar fortuna (Desayuno en Tiffany’s, Fiebre del sábado noche, Showgirls, Bar Coyote). Y cada vez me gusta más su reverso, aunque no hay tantas, la del chico/a que lo intenta en la gran ciudad y luego termina encontrando el amor en la provincia/barrio (Sweet Home Alabama).

El nuevo montaje muestra una visión más real y drogadicta de la época. Pero lo que realmente me ha encantado de la película es la mariconización de la trama. La historia de amor con el personaje de Neve Campbell queda desplazada (desaparece la escena de la bolera) por media hora más de escenas de bisexualismo y chaperío.

Como diría Marilyn: eso le hace pensar a una.

Entiendo que la homosexualidad latente funciona muy bien en el cine (desde Ben Hur hasta Le llaman Bodhi, que por cierto las dos tienen remake este año), pero creo que algunos directores deberían hacer directamente una "versión gay del director", con un montaje paralelo a base de extras y el metraje original, aunque sólo sea para su edición en DVD. Considérese una cuota de género.

Imaginad cómo sería Alien con una teniente Ripley enamorada hasta las trancas de una de las tripulantes, o una Patrulla X donde Magneto se llegue a liar con Lobezno, o un Señor de los anillos con Sam y Frodo revolcándose, pero de verdad. Por no hablar de clásicos que se beneficiarían enormemente de una subtrama gay: Con faldas y a lo loco, Eva al desnudo, Doce hombres sin piedad y en general cualquiera de las de Robert Redford y Paul Newman.

En fin, que entiendo que no todo va a ser gay, pero ya digo, tampoco pido que se estrenen en el cine, con un montaje XY para DVD me conformo.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

La perpetua virginidad del traductor

“El hombre prudente debe amar a su esposa con fría determinación, no con cálido deseo (…) Nada más inmundo que amar a tu esposa como si fuera tu amante”.

San Jerónimo.



Hoy, 30 de septiembre empieza oficialmente la rentrée. Es San Jerónimo, patrón de las bibliotecas, los estudiantes y los traductores. También fue el mayor defensor de la virginidad perpetua de María y de las vírgenes en general (incluso dentro del matrimonio). Como las monjas, huerto cerrado, la mujer debía conservar su pudor, sin salir de casa, salvo al templo (en mi caso, el Bearbie).

San Jerónimo, para hacer penitencia por sus pecados de fuerte sensualidad, se fue al desierto de joven sin más compañía que escorpiones y bestias salvajes (“los fuegos de la voluptuossidad crepitaban en un hombre casi muerto”). Más tarde le encargarían traducir la Biblia. Se cuenta que le cortó la oreja a un burro para usarla de marcador/papel secante para la Vulgata que estaba traduciendo y desde entonces los traductores se cuelgan una oreja de burro del ojal (en alemán, el doblez que se hace a las hojas para marcar los libros se llama Eselsohr, oreja de burro, y por extensión la pestaña Favoritos o Marcadores de los programas).

Hay quienes comparan la labor del traductor con la de la virgen María: alguien que debe ser mero portador de una semilla ajena (Dios/el autor del texto). La traducción como un parto virgen. A todos ellos, les pido perdón.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Las series de mi vida



Seguramente que me dejo muchas, pero a bote pronto:

Marry me
Outlander
Transparent
Masters of sex
The Leftovers
New girl
The Affair
Web Therapy
Orange is the new black
Juego de tronos
Dark Matter
Breaking Bad
Falling Skies
The last Ship
Los sopranos
Sherlock
True Blood
Almost Humans
Twin Peaks
Big Bang
Gotham
A dos metros bajo tierra
The Knick
La que se avecina
Girls
Entourage
In the flesh
The IT crowd
Verano azul
The L Word
Silicon Valley
Vivo con modelos
Jane the virgin
Ugly Betty
Friends
The mysteries of Laura
House of Lies
Aída
Curb Your Enthusiasm
Misfits
Will & Grace
Una vacante imprevista
El show the Michael J. Fox
Terapia con Charlie
Póquer de reinas
Las chicas de oro
Aquí no hay quien viva
Marvel’s Daredevil
Marvel’s Agents of SHIELD
Marvel’s Agent Carter
Seinfeld
The Royals
Odd Mom Out
Unbreakable Kimmy Schmidt
Frasier
Banana
Cucumber
Arrow
Flash
Los Simpson
Sense8
Arrested Deveopment
Melrose Place
Treinta y tantos
The Librarians
Dentro del laberinto
V
The Office
Skins
Little Britain
Come Fly With Me
Dates
Absolutely Fabulous
Queer as Folk
Fawlty Towers
El enano rojo
The Young Ones
Retorno a Brideshead
Los vengadores
Coupling
Remington Steel
Corrupción en Miami
Con ocho basta
El equipo A
El coche fantástico
McGyver
Los Roper
Allo Allo!
Vacaciones en el mar
Glee
Scrotal Recall
Manhattan Love Story
How to get away with murder
You are the worst
Constantine
Tyrant
Se ha escrito un crimen
Utopia
Suburgatory
Pipi Calzaslargas
Friends with better lives
Whitney
El increíble Hulk
Sexo en Nueva York
The new normal
Nip/tuck
Dallas
Dinastía
Falcon Crest
Luz de luna
Inside no. 9
Black Mirror
Smash
The Mindy Project
Cheers
Looking
Alf
Sensación de vivir
Enlightened
Louie
Mujeres desesperadas
7 vidas
Dos hombres y medio
Aquellos maravillosos años
Mom
Cómo conocí a vuestra madre
Perdidos
Brooklyn Nine-Nine
Criadas y malvadas
Amerian Horror Story
Modern Family
Shameless
Noah’s arch
Being Human
Til Death
The Ellen Show
Rosanne
Mujeres
Gimme, Gimme, Gimme
United States of Tara
El gran héroe americano
Juzgado de guardia
Los problemas crecen
El show de Bill Cosby
Fama
Un mundo diferente
Superagente 86
El príncipe de Bel-Air
Heroes
Carnivale
30 Rock
Pushing Daisies
Colgados en Filadelfia
Murphy Brown
Raíces
Extras
The Conchords
Angels in America

miércoles, 9 de septiembre de 2015

¿También esto pasará?

Este ha sido el verano de las vacaciones de calderilla, donde la gente ya no hace ostentación de destinos exóticos ni de meses de ausencia, al contrario, lo que se lleva es presumir de un descanso austero, modesto y escaso, en Airbnb, a ser posible, con desplazamientos en Blablacar, sin flyboards ni pescado a la sal, mientras en la tele retransmiten el drama de los refugiados como si fueran unas olimpiadas, una versión demasiado literal de Los juegos del hambre.

Por poner varios ejemplos: las vacaciones compartidas (¡entre ocho!) de Manuela Carmena, la twiteada cuenta de 300€ del restaurante de Formentera (a quién se le ocurre pedir pescado al peso en un restaurante rodeado de famosos, yo no lo pido ni en Playamar) o el asequible robado de Quim Gutiérrez desnudo para publicitar su última película (dicen que las fotos de su anacleto sólo costaron 3000€).

Claro que también hay gente que no se ha enterado de nada, como Jon Kortajarena, que lleva un verano de lo más vulgar presumiendo de fiestas en todas las partes del globo, yates, chulazos y demás ordinarieces. Si quieres demostrarle a Luke Evans lo que se ha perdido, publica una foto en Instagram recalentándote una lata de fabada o hazte un Sálvame diciendo que debes dinero, chico. Aprende de Ada Colau, que ha creado tendencia con la moda "doula". Eso sí, las Birkenstock en el Ajuntament tienen su punto pero, Ada, cariño, tesoro, te he visto vestidos más monos en algún desahucio. Por cierto, que la madre de Ada se llama Tina (como las dos protagonistas de la Ley del deseo).

La seule exception es mi adorada Milena Busquets (la única exuberante irracional respetada en este país, al menos hasta las elecciones del 27S), con sus paseos en barco en Cadaqués, su defensa de la cocina nonchalante, sus perros, su excelente relación con sus exes, su idea de regar a los hijos para que crezcan y sus calcetines de cachemir de 50€. Milena, amor, ya sé que ya tienes una idea para tu nueva novela, pero te pega tanto acoger un refugiado sirio y convertirlo en tu tercer exmarido que te lo tenía que decir. Sólo tú eres capaz de sacar luz de la oscuridad.

viernes, 28 de agosto de 2015

A doctora não

El avión sobrevuela los tejados rojos de Lisboa tan bajo que la ventanilla parece una imagen de Google Maps. Mientras esperáis la maleta, llega un grupo de pilotos uniformados caminando a cámara lenta. Antes de que puedas decir “¡Pero bueno!”, aparece tras ellos una fila de azafatas de Emirates Airlines: trajes-chaqueta beige (o color camel, si se puede decir) con falda plisada que al andar deja ver unos pliegues rojos, a juego con el color del sombrero, casi rondeño, del que cae un velo blanco como de Laurence de Arabia volviendo de una noche loca. Eppure tu sai bene che una ragazza come me non scherza con l’amore…

Ya en el taxi, miras nervioso por la ventana, consciente de que cualquier gesto o mirada del taxista puede marcar el tono del viaje. A Adolfo los nervios (o la emoción) le dan por hablar. Dejáis las maletas y vais a reunirnos con Josefina, Mari Carmen y Pepe, que han llegado en coche. Pruebas los buñuelos de bacalao. Al lado de casa, en un kiosco/café de la Plaza de Camões, rodeados de gays que no lo parecen y lesbianas que quizás demasiado, esperáis a que llegue Paco, al que han timado en el taxi cobrándole el doble. Risas. Volvéis al piso a repartiros las habitaciones. Comentáis las fotos del especial Aaaarg del verano: tu dosis de autoestima. Mari Carmen no da crédito a que leas el Cuore y veas el Sálvame. Odisea para encontrar albahaca para la cena en el centro de Lisboa. Paseo hasta la Plaza del Comercio, subida a la Alfama. Cerveza en una terraza al lado del castillo viendo atardecer hasta que se levanta un aire frío que os obliga a iros. El piso de noche es si cabe más de ensueño. Al fondo, el puente del 25 de abril, iluminado con unas luces que cuelgan como guirnaldas de las rejas del balcón, imprime a las vistas ese aire de gran ciudad que tanto te gusta.

Antes de salir, brindáis por los viejos tiempos de la carrera, recordáis anécdotas delirantes y hacéis algunas coreografías. Ya en la calle, con un frío que pela, llegáis a la Plaza del Príncipe Real y luego bajáis al Finalmente, que está vacío. Las chicas os miran decepcionadas y no tardan en coger un taxi de vuelta. Adolfo las acompaña. El resto recaláis en un bar de osos que está cerrando donde os explican que el Finalmente se pone bien de 3 a 6. No os mienten. Lo que no os comentan es la peste a tabaco que echará la ropa al día siguiente. De pronto le ves: rubio, alto, ojos claros, con un aire al cantante de Bright Light Bright Light. No sabes qué tienes últimamente con los rubios. Por últimamente entiéndase los últimos 20 años. No parece portugués, pero no sabes por qué tienes claro que lo es. No habláis en toda la noche. Sólo bailáis mirándoos de vez en cuando. A Paco le meten mano.

El miércoles vais a Belém, a ver el monasterio de los Jerónimos. Pero antes, un pastel de nata en una Manteigaria de la Rua do Loreto a la que le echaste el ojo el día antes. El dependiente, simpatiquísimo, pega la hebra con Pepe y os cuenta toda la historia de los pasteles y por qué los de Belém tienen la fama, pero los suyos son mejores. Tiene unos ojos que desvirtúan la calidad del pastel, que está exquisito.

El viaje de calor infernal en el tranvía te quitan las ganas de subirte a otro en toda la semana. Ya en Belém, visita guiada al alimón por Pepe y Paco al monasterio. Divertidísima. Este show se llama diosa, no estudiosa.

- Pepe: Celda, celda, celda.

- Paco: Confesionario, confesionario, confesionario.

Cinco Bacalhaus à Brás echados atrás por un gusano en la ensalada, termináis en lo que días más tarde descubriréis es una cadena de hamburgueserías bastante decente, Honorato. Cogéis el tren hasta Estoril para ir a la playa un rato, que es lo que más apetece después de tanto turismo. Siempre pensaste que Estoril estaba más al norte y que era interior. La playa se parece un poco a la de Sitges, mucho más pequeña y sin mariconismo, con un castillo en vez de una iglesia. A la vuelta, visita al lavabo de carretera más inmundo de Portugal, en una estación de servicio al lado del Casino, donde aprovecháis para comprar el Hola. En el tren de vuelta, a Adolfo y Paco les da un ataque de risa con las fotos de la boda de Andrea Casiraghi.

Tras la cena, Adolfo tiene un discurso preparado que parece la antesala de una noticia o muy buena o muy mala, pero que no es ninguna de las dos cosas, sólo el arrobo que siente de que estéis todos juntos. Josefina te regaña porque interrumpes mucho. Termináis todos llorando. Esa noche salís sólo los chicos. Primero, a las cuatro esquinas, en el Barrio Alto, donde las maricas portuguesas toman la primera copa. Como la noche anterior, te encuentras a medio Madrid. Después, al Finalmente, donde vuelves a verlo. Os miráis de vez en cuando, pero prefieres subirte al escenario a bailar con Adolfo.

A la mañana siguiente, todos se van a la Fundación Gulbenkian, tú a dar una vuelta por el centro, tomarte un pastel de nata, ir de tiendas. Te compras una camisa de chorreras y tachuelas imposible. Reservas mesa para la noche. Paco vuelve para comer contigo. Coméis en el Indio, un lugar bastante famoso de comida tradicional (no india) que hay al lado de casa. Pides bacalao, pero te lo dejas entero: está demasiado salado, duro y con cierto regusto. Los boquerones de Paco no están muy allá tampoco. No entiendes las colas que tiene todos los días para comer. Paco dice de ir a la Rua do João V, que ha leído que estaba muy bien de tiendas. Cogéis un taxi como buenas burguesas catalanas y allí que nos plantáis. En la calle sólo hay clínicas y alguna que otra tienda de comida para perros. Risas. Bajáis a Príncipe Real por Escola Politécnica y, cuando ves el cartel de O tempo, la obra de teatro de Lluïsa Cunillé que está anunciada para noviembre, recuerdas que ya has pasado antes por ahí en el taxi del aeropuerto. Cuando estáis llegando a la Rua do Pedro V, Paco te confiesa se ha confundido de rey y esa era la calle a la que quería ir. Os tomáis un café en la terraza del Embaixada, en un jardín recoleto y romántico, sin ser vosotros nada de eso.

De vuelta en casa, haces un poco de turismo repasando el catálogo de la Gulbenkian que ha comprado Paco. Esa noche es la cena de despedida en Flores do Bairro, el restaurante del Hotel Barrio Alto, en la Plaza de Camões. La comida es correcta, pero no mata, para ser un hotel de 5 estrellas. Lo mejor, el Bacalhau à Brás deconstruido, aunque para disfrutar una deconstrucción, siempre es mejor haberlo probado muchas veces construido.

Al principio ibais a ir a la Lux, la discoteca fashion de Lisboa, pero las chicas quieren madrugar al día siguiente parar ir a Sintra y, después de la decepción de la marcha mariconil del primer día, cancelan. Os tomáis una copa en un bar hipster con música en vivo y peluquería. Después, cada uno a su templo. En el bar de osos, Paco está sembrado con el camarero, que acaba subiéndolo en volandas. Os tomáis varios chupitos de Jägger y os hacéis unas fotos con unos sombreros mejicanos que al día siguiente, obviamente, no recordarás. El grupo que conoces de Madrid se van a la Lux, pero como no son muy simpáticos, preferís volver al Finalmente. Oh, no, otra vez tú, oh, no, otra vez Warhol. Tu chico definitivamente piensa que Paco y tú sois novios pero, aún así, sigue flirteando. En el Finalmente no tienen Jägger, así que al poco hacéis como Azúcar Moreno cuando no les funcionó el playback, os vais.

El viernes, bajas al centro con una guía de sitios de interés que subrayaste la noche anterior. Descubres tu tienda favorita de Lisboa, Loja da Burel (www.burelfactory.com), donde tienen mantas y complementos de lana prensada de Burel, entre ellos, una mochila/zurrón de lana y cuero que da gritos para que te lo compres, pero no te decides. Cuando Paco se levanta, decidís dar una vuelta por el barrio de Estrela, a la izquierda de Barrio Alto. Bajáis por Rua Poço do Negros y descubrís una Lisoba marinera y destartalada, menos turística y monumental, más parecida a la imagen que tenías de la ciudad antes de llegar. Comes sardinas en una tasca de toda la vida y luego dais una vuelta por la avenida del 24 de julio, donde descubrís algunas tiendas de diseño y artesanía alternativa bastante curiosas. Paco quiere hacer algunas compras de ropa, así que volvéis al centro. Después, un café en Rua de Ivens, en una cafetería encantadora cuyo nombre no apuntaste. Sólo recuerdas una pared forrada de posters, la mayoría alemanes, entre ellos uno con la cara desafiante de Romy Schneider fumando, de L'enfer de Clouzot. Lees la prensa y apuntas algunas recomendaciones. Entre ellas, la película Descarrilada (Trainwreck, de Judd Apatow), sobre una party girl. Le comentas a Paco que sois as descarriladas del viaje.

Has reservado para cenar en el By the wine con Paco, pero Adolfo insiste en que cenéis todos juntos, que es la última noche. Cuando llega la excursión de Sintra, os arregláis y bajáis al centro. Después de un paseo demencial por los restaurantes más turísticos de Rua da Prata, termináis en otra tasca de toda la vida. Para entonces te has convertido un poco en A doctora não en lo que respecta a la restauración portuguesa.

Volvéis al apartamento a tomar unas copas antes de salir, pero no encontráis hielo en ningún badulake del centro. Además, hay un sentimiento triste de despedida en el ambiente que cada uno disimula como puede, en tu caso, bebiendo gintónics sin hielo como la descarrilada que eres. Josefina, Maricarmen y Pepe se acuestan porque tienen que madrugar para la vuelta. La verdad es que Adolfo tenía que haber dejado el discurso para el último día. Al final, sólo salís Paco y tú. Hacéis la ruta habitual y, como por fin es viernes y hay más discotecas abiertas, decidís ir al Construction. Cuando llegáis, te das cuenta que es the place to be. Hoy has decidido hablar con tu chico, pero por lo visto se ha cansado de tanta mirada y ha ligado con un guiri de muy mal pelaje. El resto de la noche no lo tienes muy claro. Por lo visto os fuisteis del Construction porque a Paco no le gustaba la música y luego intentasteis volver y no lo encontrasteis.

Día de vuelta. Desayunáis en el café de Romy Schneider y os pasáis de nuevo por la Loja de Burel, para darle la última oportunidad a la mochila/zurrón, sin éxito. Volvéis por las maletas y cogéis un taxi juntos al aeropuerto. Cuando pasáis por la plaza de toros, te das cuenta que no es el mismo camino que el de la llegada. El taxista os cuenta que va a ir este verano a Magaluf con su mujer a pasar una semana. No le decís nada, porque ya tiene los billetes comprados.

Paco coge antes su avión. Adolfo y tú tenéis que esperar un buen rato. Mientras te terminas una lasaña que no puede tener un sabor más internacional, Adolfo se acerca al spa del aeropuerto a preguntar precios, pero no tiene piscina, es sólo de masajes y pedicura. Os miráis alzando las cejas y poniendo los ojos en blanco, ese gesto que hace tanto Jane Fonda en sus últimas películas.

En el avión ya empiezas a echar de menos Lisboa: la familiaridad de las buganvillas en la carretera del aeropuerto; el frío glaciar del agua de Estoril; el vinho do Porto con queso; subir por una colina sin tener ni idea de lo que hay al otro lado; los turnos de las duchas (no hay nada más veraniego); la Rua do Loreto... también las cosas que te han faltado: el lapislázuli de la Iglesia de San Roque (ibas tan obsesionado buscando a San Antonio en todas las iglesias que te lo perdiste); llevarte el ordenador a los cafés para escribir; una tarde en la playa de Caparica.

Sólo te has traído un souvenir, un San Antonio, patrón de las causas imposibles.

viernes, 3 de julio de 2015

Mi abandono de la vida amorosa

Si en el mundo hetero las parejas suelen romper el día después de San Valentín, en el mundo homo rompen una semana antes del Orgullo. Esta semana han roto Pelayo Díaz y Nicolas Ghesquière, y Jon Kortajarena y Luke Evans.

Yo hace mucho que abandoné toda ambición matrimonial. Pensar que una relación esporádica se puede convertir en algo más en estos días de Grindr y parejas abiertas es como tener un cartel de neón gigante delante de tu ventana donde se lee “En qué mundo vives, maricón”.

Inevitablemente, con el tiempo uno acaba abandonando la lujuria también. No es algo tan excepcional, conozco a mucha gente que hace tiempo que olvidó su sensualidad, la llamada de la carne, y han dejado de esperar una segunda opinión sobre el tema de su soledad.

La cosa empeora cuando además eres lo que se conoce en gastronomía como un gusto adquirido.

Love is a losing game, and I used to be a gambling man, pero ahora tengo una concepción cada vez más nietzscheana del amor. O a lo mejor es un chiste que no pillo. En fin, que Chueca arde en fiestas.












2017: tibio y desafecto

Ay, que ya nadie se acuerda de 2017. Aquí va mi resumen: Lo mejor del año  * La frase de "Juego de Tronos": “Maybe it real...