sábado, 26 de diciembre de 2009

Incendios

Es lo malo de la felicidad, que cuando te empiezas a preguntar por sus límites, se acaba. Soñar con poppers y baked beans no es nada bueno. Como decía Maggie, la gata: “es como cerrar la puerta ante un incendio con la esperanza de olvidar que la casa está ardiendo”.

El día menos oportuno, se rompe una copa de vino en la cocina y te das cuenta de que se te ha roto todo. Recoges con la escoba los restos de tu hombría y te acuerdas de nuevo de la lucha de Jacob con el ángel. No es una lucha justa. No puedes no perder.

Maggie tenía razón: no se extingue un incendio con dejar de mirarlo.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Jacob luchando con el ángel

"I'm not safe here. Weird stuff happens" (Harper)

Últimamente me he acordado mucho de Maggie (La gata sobre el tejado de zinc caliente) y de Harper (Ángeles en América), la esposa mormona drogada de pastillas todo el santo día porque no quiere reconocer que su marido es gay. Esto es lo que él le responde cuando le pide explicaciones:

"I had a book of Bible stories when I was a kid. There was a picture I'd look at twenty times every day: Jacob wrestles with the angel. I don't really remember the story, or why the wrestling --just the picture. Jacob is young and very strong. The angel is...a beautiful man, with golden hair and wings, of course. I still dream about it. Many nights. I'm...It's me. In that struggle. Fierce, and unfair. The angel is not human, and it holds nothing back, so how could anyone human win, what kind of a fight is that? It's not just. Losing means your soul thrown down in the dust, your heart torn out from God's. But you can't not lose" (Joe)

Soy yo, en esa lucha, pero ¿cómo podría ganar al ángel alguien humano? ¿qué lucha es ésta?





martes, 22 de diciembre de 2009

Sr. Freud, ¿estoy curado?

Hoy me he despertado a las 7:30 a.m. de un sueño de lo más extraño. Estábamos en Marte en el futuro, mi hermano, Susan Sontag, Marisa (una amiga de la infancia de Barcelona) y yo, investigando un asesinato que se había producido durante el rodaje de un vídeo de Robbie Williams, donde este aparecía desnudo y pichicorto con el cuerpo bañado en oro. Íbamos al Corte Inglés marciano a hacer una compra e investigar las costumbres locales (sic). Marisa va vestida de flamenca (era la pareja de mi hermano en el cuadro de baile cuando éramos pequeños. Su vestido es muy moderno, como diseñado por Gaultier). Cuando pago, la cuenta sube 100 euros más de lo previsto. Repaso el tíquet y aparecen los dos chuletones de ternera, pero además hay otros artículos que no habíamos cogido, pero que yo sí había deseado cuando los vi el pasillo: un bote de poppers y otro de baked beans (por cierto, cómo ha subido el precio de ambos en Marte). En fin, que la cajera nos explica que en el futuro, en los supermercados, la cesta se llena no sólo con las cosas que coges, sino también con las que deseas.

Y en esas me he despertado, pensando en los límites de la felicidad en la sociedad de consumo, un tema apasionante.

¿Debemos poner límites a nuestro deseo sexual, consumista, gastronómico? ¿Es inmoral no hacerlo? ¿Es inmoral poder hacerlo (la opulencia)? ¿Es inmoral no poder hacerlo (la necesidad)? A un nivel más básico, sin entrar en debates morales: ¿hasta dónde podemos ser felices follando, comprando o comiendo? ¿hasta dónde se puede estirar el chicle de los epicúreos? ¿deberíamos buscar la felicidad en cosas menos materiales? ¿en el amor? Pero, como cantaban los Black Eyed Peas, ¿dónde está el amor? Y no me refiero, como diría Adolfo, sólo al amor romántico, está también el amor por la familia, los amigos…

FELICES FIESTAS A TODOS!!!

viernes, 18 de diciembre de 2009

Comedias románticas

Anoche vi 500 days of Summer (500 días juntos), la comedia romántica con más mala baba que he visto últimamente. Empieza con el típico esquema chico conoce a chica, chica pasa de chico… pero es que se queda ahí, ella pasa realmente de él. No doy crédito, menuda bofetada al espectador. En la escena final en el parque, cuando ella le dice que tenía razón, que el amor existe, que te das cuenta cuando llega (refiriéndose al tío por el que le ha dejado), te dan ganas de estrangularla. Y ese segundo final en el que él reconoce que el amor no existe, que vamos saltando de una relación en otra…

Terminé tan indignado que me puse Encadenados, mi comedia romántica favorita. Chica conoce a chico, chico pasa de chica… pero al final acaba salvándola de morir envenenada en manos de los nazis. Eso sí es una gran historia de amor. Mi escena favorita es cuando se reúnen en el parque y ella finge que tiene resaca. En realidad está enferma por el veneno, pero él piensa que ella es lo peor y que en el fondo no le merece y sugiere lo de la resaca. Entonces, ella saca fuerzas de flaqueza, se agarra a su orgullo y le da lo que él quiere. Lo que me puede gustar Ingrid en esa escena. Pero bueno, como últimamente estoy un poco ñoño voy a incluir la favorita de Jose Ignacio, que tampoco es moco de pavo. Un beso conversado de dos minutos y medio donde se dicen perlas como:

- Nuestro amor es bastante extraño.
- ¿Por qué?
- Porque a lo mejor tú no me quieres.


- Cuando deje de quererte ya te avisaré.
- ¿Pero me quieres?
- Los actos importan más que las palabras.

Y todo esto con un pollo en la nevera, la promesa de un vino, comer con los dedos y quedarse en casa en lugar de salir a la calle. Sí, ya sé que esto no me hace ningún bien, pero qué puedo decir: me encantan los viernes…

jueves, 17 de diciembre de 2009

Cómo llorar por sevillanas

Sigo leyendo el libro de Didi-Huberman, que incluye un pasaje de "Les Coplas, poésie populaire andalouse" (1929) de Auguste Bréal:



"A final de la primavera de 1906 asistí en Sevilla a una salida de tropas destinadas a Marruecos. El embarque se efectuaba en el Guadalquivir. Eran las once de la mañana. Las tropas acababan de montar a bordo; en el muelle y las orillas del río una multitud se despedía de los que partían. Madres, hermanos, novias lloraban; los jóvenes soldados trataban de mantener el tipo; los hombres ocultaban su emoción. Acababan de quitar las pasarelas que unían el barco a tierra. Se había oído la señal de salida cuando descubrieron que la marea aún no estaba bastante alta en el río y había que esperar un poco antes de ponerse en camino... Entonces, en ese momento suspendido entre haberse dicho adiós y no zarpar todavía, al coronel se le ocurrió dar la orden a los músicos del regimiento de tocar sevillanas. Todo el mundo se puso a bailar: las tropas a bordo, los parientes y amigos en la orilla. Cerca de mí una muchacha giraba sonriendo, con los ojos aún bañados en lágrimas. Este inolvidable espectáculo duró lo que duran varias sevillanas. El río había crecido. El barco se puso en marcha. Se agitaron los pañuelos y se volvió a llorar".


martes, 15 de diciembre de 2009

Israel Galván

Ahora que ha terminado el Festival de Otoño, uno de los espectáculos que más ha recibido el favor del público y la crítica ha sido "El final de este estado de cosas, redux" de la compañía de Israel Galván. Fui con el tete, que disfrutó mucho más que yo, que no puedo cuando Israel se pone Picó, como el turrón. Pero hay que reconocerle el mérito. Es lo que han hecho en Francia, donde lo adoran... y para muestra el libro que ha escrito el filósofo Georges Didi-Huberman llamado "El bailaor de soledades", donde funde el arte del bailarín con la lectura de San Juan de la Cruz y José Bergamín, el toreo de Anotnio Ordóñez o Pepe Luis Vázquez o la filosofía de Nietzsche, Bataille o Deleuze. La descripción que da del cuerpo de Israel es tremenda:

"Elemento inhabitual: su cuerpo no está “cuidado” como el del bailaor profesional o el torero deseoso de mostrar que lo es, ambos inmediatamente reconocibles. No es un cuerpo preocupado de sí mismo, por lo menos a primera vista. No pretende corregir sus defectos. Acepta su singularidad. Así que observamos sus hombros disimétricos, el culo más bien gordo, el vientre prominente, complexión fornida, pantorrillas potentes, la cabeza propensa a buscar adelante, el extraño perfil de la nariz. Toda la imaginería andaluza de la elegancia se va al traste (…)

Este cuerpo es, de hecho, más modesto e inteligente que los otros: jamás anuncia que llegará a sublime. El reto, la elegancia están en el acto y no en el parecer, lo cual tal vez es nuevo en Sevilla. Cuando este cuerpo de fauno inocente, que roza algunas veces una especie de estado borderline – y no me hace pensar en nadie, excepto en Nijinsky-, adelanta ambas manos, el aire queda literalmente esculpido."

En fin, que todo esto viene a cuento de que llevo tiempo queriendo colgar unos vídeos de una performance que hizo Israel en Barna hace años, cuando estuvo experimentando la danza contemporánea con su amiga Sol Picó, como el turrón. Se titula La casa y está incluido en la exposición "La ciudad vacía" dedicada a Badia del Vallès. Es una danza que mide el espacio de un piso de protección oficial alquilado a unos rumanos, marcando con un baile cada una de las habitaciones. La camiseta del Barça es lo mejor.









jueves, 10 de diciembre de 2009

Daniel en el foso de los leones

"Entónces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y echáronle en el foso de los leones. Y hablando el rey, dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre". (El libro de Daniel, capítulo 6)

sábado, 5 de diciembre de 2009

MAD(RID) ABOUT YOU

Para mí que como para la Tía Mame la mañana significaba la una de la tarde, las once equivalían a un madrugón y las nueve, a veces, a la medianoche, a mí, repito, ahora, cuando estamos separados, me gusta levantarme a las 7:30 porque esa hora me recuerda a ti. Es la hora en la que te vas al trabajo, cuando estamos juntos por primera vez en el día y hacemos un desayuno rápido, casi inexistente, y nos despedimos en la puerta con un beso y me dices que soy un gandul. Entonces me quedo solo y me acuerdo de aquella canción de Bjork en la que empezaba a tirar la cubertería por la ventana porque cuando oía los cubiertos chocar contra el suelo le invadía una gran sensación de tranquilidad. Traduzco literal:

“Vivimos en la cima de la montaña, con una vista preciosa. Cuando me levanto cada mañana, me dirijo al precipicio y me pongo a tirar cosas, por ejemplo, piezas de desgüace, botellas, cubiertos, lo que encuentre. Se ha vuelto una costumbre, una forma de empezar el día. Me gusta hacerlo antes de que te levantes, porque así me siento feliz y seguro a tu lado.

Hoy me he levantado antes que nadie y, de nuevo al borde del precipicio, tirando cosas, escucho el ruido que hacen mientras caen, sin perderlas de vista hasta que llegan al suelo. Entonces imagino cómo sonaría mi cuerpo al chocar contra esas rocas. Cuando yazca inerte, ¿tendré los ojos abiertos o cerrados? Esto es lo que me gusta pensar antes de que te levantes, porque así me siento feliz y seguro a tu lado.”



(Boig per tu)


2017: tibio y desafecto

Ay, que ya nadie se acuerda de 2017. Aquí va mi resumen: Lo mejor del año  * La frase de "Juego de Tronos": “Maybe it real...