jueves, 29 de septiembre de 2011

Friends with Benefits

La sorpresa de la reentré, sin lugar a dudas. Empieza con una premisa típicamente heterosexual, que pusieron de moda las denostadas chicas de Sexo en Nueva York: las follamigas. Y conste que lo digo así, en femenino, porque el follamigo no existe: todo hombre, por definición, es un follamigo (está dispuesto a follar y quedar tan amigos). Las mujeres que creen que están cansadas de buscar al príncipe azul, llega un momento en su vida en que se engañan a sí mismas y creen que pueden follar con alguien sin implicarse emocionalmente (no digo que estén negadas para ello, sino que si el polvo está bien y el chico encima es un encanto, la sombra del príncipe azul siempre volverá a aparecer).

Es lo que le ocurre a Mila Kunis. Está harta de relaciones tóxicas que no van a ninguna parte. Hombres que buscan mujeres de encefalograma plano que no den complicaciones. Tipos que la dejan sin ningún motivo aparente. Hombres que te dicen que eres Cádiz perfecta (por un error del whatsapp), pero que no quieren seguir contigo. Oooops.

Y entonces un día conoce a Justin Timberlake, ese cruce de Paul Newman y Peter Pan (un actor en la treintena que todavía no ha hecho una película de acción!!!), y deciden probar a follar como el que juega al tenis. Venga, hasta luego, Mila.

A partir de ahí, la película cambia y pasa a hablar de uno de los temas que menos se ha tratado en el cine del siglo XX: la frontera entre la amistad y el amor.

Todo ello envuelto en un papel de seda de comedia romántica al uso ambientada en Nueva York (no puedo con el discurso de superioridad de los habitantes de esa ciudad: no es para tanto!!!), con el obligado viaje a LA y los chistes correspondientes, muchos temazos de moda, la aplicación del iphone para ver si las chicas tienen la regla, flash-mobs en Times Square y Central Station, chistes homófobos protagonizados por un Woody Harrelson que hace de periodista de deportes gay, un poco de metacomedia romántica con los gags de Jason Segel, un poco de azúcar con el padre con Alzheimer, Mila Kunis hablando de sus complejos físicos (helloooooooou!!) y Bryan Greenber, al que ADOOOOOORO.

Aquí os dejo mi escena favorita. ¿Quién no se enamora de Justin haciendo el número de Kriss Kross? ¿O es que no estoy curada?

(PD: Artista antes conocida como la Prima, no te perdono lo que me has dicho hoy al teléfono de que Justin es mal actor hasta en el cartel de la película. Te odio).

lunes, 26 de septiembre de 2011

Monseñor, el anillo

Relato de verano

5.

Lunes, 15-08-2011, 23:30

Bajo una luna de lo más flamenca, apoyada en el quicio de mi ventana, contemplaba los tejados de la ciudad mientras repasaba todas las emes de Madrid: de maldad, de mácula, de mariconeo, de miedo, de mediocridad, de me va la marcha, de maltrato, de mentira, de mortificación, de mamarrachos, de manoseado, de mórbida, de manipulación, de exmaridos, de masoquismo, de mendaz, de madurez, de maldición, de marranos, de malgastar, de malogrado, de inmoral, de mamarla, de mezquindad, de malversación, de mamporrero, de manga por hombro, de monólogo, de mujer… No puedo seguir con estos chacras, me dije mientras me dirigía a la cocina, abría la nevera, me hacía un sándwich con mayonesa y marcaba el número de otra gran-gran amiga mía, así, todo a la vez. “¿Qué estás, comiendo ya?” Ella, que con una tacita de manzanilla ya está cenada. “Cariño, como diría Terenci: de vez en cuando el alma tiene que dar una tregua al cuerpo”. “¿Qué te cuentas?” “Me siento María del Monte manca en este Madrid lleno de peregrinos. ¿Por qué nadie me coge de la mano?” “Ya será menos, Modesty”. La Pepa nunca me cree cuando me quejo, en eso es como mi madre, que piensa que estoy siempre de fiesta en fiesta. “No te puedes imaginar cómo está la ciudad, ayer salimos después de la misa de Rouco y no ligué nada”. “El Papa es veneno para la ladilla”. “Supongo que tienes razón. Pero bueno, te llamaba porque estoy en pleno writer’s block. No sé si es que no quiero, no puedo, no me atrevo, no me dejan, no sé terminar esta historia”. “No es tan complicado: al Papa lo que es del Papa”. Qué pico tiene La Pepa.

Martes, 16-08-2011, 11:50

Como todavía me quedaba dinero de la misión, decidí irme a Serrano a hacer un poco de dispendio. Para estas cosas, soy de la opinión de Santo Tomás: todos los pecados del hombre provienen de una cosa: la soberbia. Y no hay nada mejor para acabar con la soberbia de una que entrar en Prada. Ese olor. Se me pone el vello de punta mientras escribo esto nada más de recordarlo. Sólo hay que pasar la mano con tiento por las telas, dejar que la música te embriague, descalzarse un pie y sentir el tacto de la moqueta, mover la cabeza a un lado y a otro para no perder detalle, pero sobre todo, no mirar a los espejos. Existe la leyenda entre las maricas de que si te encuentras con tus ojos reflejados en un espejo en Prada, te vuelves una estatua de piedra. Yo no soy supersticioso, pero… “Maricón, ayúdame, tengo un pesado en el probador que me acaba de hacer la paloma”. Era Chuchi, el dependiente de Prada, aspirante a actor. Para los que no estén familiarizados con el origami genital o el arte de hacer formas, generalmente de aves, con tus genitales, La paloma es una figura que se consigue apretando el escroto hacia arriba hasta que forma algo parecido al pecho hinchado de una paloma, con el prepucio haciendo las veces de pico. “¿Y qué hago?” “Tú pruébate algo, que así me pongo contigo y se va” “Pero si yo sólo quería unos zapatos…” “Calla y pruébate estos pantalones”. En el probador, de espaldas al espejo, vayamos a tonterías, empecé a probarme los pantalones, cuando entre las cortinas llegué a vislumbrar al caballero que salía del probador de al lado. Ciertamente se había mosqueado con mi intrusión porque casi le tiró a Chuchi las perchas de lo que se había probado. Salí del probador y entonces se volvió. En cuanto vio que lo reconocí, se dio media vuelta y salió corriendo. “Nena, pero si era el sucesor de Pedro”. “Qué dices, mi Almodóvar todavía no tiene quien le tosa en este país”, replicó Chuchi. “Pedro el apóstol, censo”. “¿Quién?” “El siervo de los siervos, el vicario de Cristo, el obispo de Roma, el Santo Padre, el Sumo Pontítice, el infalible, Mary Poppins, La Chupetes…” “¡Ratzinger!, pero si no llega hasta el jueves”. “Creéme, Chuchi, llevo tanto sin follar que los demás sentidos se me han agudizado, y todos me gritaban que era su santidad”. “Pues tiene una forma algo tosca de explicar el Espíritu Santo”.

Miércoles, 17-08-2011, 19:00

Por fin llegó el día de la manifestación laica. Allí estábamos casi todas, porque aunque seamos travestis, cada una es de su padre y de su madre: La Mandun, que ya no puede decir en público que a ella no se le caen los anillos; La Vecina, que se había pasado toda la noche cosiéndose un modelito ad hoc (ella, en cuanto huele a cámara, saca la aguja y el hilo); La Vil, ensayando los pasos del baile de Rubalcaba que le había enseñado La Mandun; Cara Bonita, famosa en el Madrid de los osos sin madroños, que en cuanto ve la posibilidad de encontrarse con un ex, se pone el chaleco bomba y coge un AVE volando… Hacía un calor de justicia en Tirso, tanto que muchos muchachos empezaron a quitarse la camiseta. Yo muy laica no soy, quiero decir que, si pudiera casarme por la iglesia, estaría con La Balnearios jugando al tute en lugar de gritando consignas ateas, pero con lo a poco que me supo el día del Orgullo este año por culpa de los recortes de la Bodega, empecé a animarme. Después de que casi me saltara un ojo un chulazo perro flauta con su pezón, ya estaba en vena: “Mejor perro flauta que Pastor Alemán, mejor perro flauta que Pastor Alemán”. La Vil no daba crédito. Echamos a andar entre los manifestantes hasta que encontramos un grupo de lesbianas vestidas de monjas que eran las que tenían las mejores consignas: “Menos rosarios y más bolas chinas”, “El Papa no nos deja comernos las almejas”. Alguien me tapó los ojos desde atrás y gritó: “Iuuuuuujuuuuuuu”. Era Lo Piu, que estaba con Paqui Cuerpo de Letra y La Chen, las tres vestidas de monja. “Pero bueno…” Repartimos besos de gran-gran amiga y nos pusimos al día. “Tú estás puesta, maricón”, le dije en cuanto le vi las pupilas. Las pupilas eran Paqui y Chen dando vueltas alrededor de lo Piu cantando el equis-uve-palito. “Nena, hemos pillado unas pastillas de berenjena del diablo, hierba hedionda, higuera del infierno, burladora, mata del infierno…” “Herba do morto”, gritó la Chen, que con el ciego era una extraña mezcla de Adele y Regina Do Santos. “De la mort, de la mort”, se desgañitaba Paqui, haciendo los coros. "Bueno, pero sólo un cuartito". Lo siguiente que recuerdo eran unos policías guapísimos corriendo detrás nuestra moliéndonos a palos en la Plaza del Ángel, y nosotras encantadas. “Destroy me, invincible”, gritaba Paqui mientras dos la cosían a patadas. “I know you want me”, cantaba Lo Piu a un madero con cara de Pitbull antes de que lo estampara en el suelo. “Me han roto una costilla y me acabo de enamorar”, exclamaba La Chen loca de placer. Seis horas más tarde me desperté en la comisaría de Leganitos con el anillo de su Santidad en el culo y tantos moratones que parecía un obispo. Claro que Lo Piu, Paqui y Chen no despertaron hasta cuatro días más tarde, en lo que creyeron una rave con visos de aquelarre, hasta que preguntaron a los legionarios que las llevaban atadas del cuello como a perras y descubrieron que estaban en la vigilia del aeródromo de Cuatro Vientos, con el rostro de algo que una vez fue hermoso y ahora está violado debajo de un puente.

Jueves, 18-08-2011, 16:30

Por fin llegó el día de la entrega. El dependiente de la tienda de la Benarronchas era de esos hombres que cree que su polla es la solución al hambre en el mundo y por supuesto me enamoré ad infinitum. Le pregunté por Elena mientras le acariciaba la seda de su corbata a la vez que esbozaba una sonrisa picarona, un gesto que nunca falla. Me dijo que pasara a la trastienda y cuando lo tuve de espaldas aproveché para cogerle el culo. Lo tenía en el bote. “Estás hecho un cristo, Modesto”, me dijo con pitorreo la Benarronchas. “Espero que hayas desinfectado bien el anillo, después de tanto trasiego”. “¿A qué te refieres?” “Modesto, quién crees que le dio permiso a la monja del Cascorro para que entrarais en el convento, quién pagó tu fianza anoche…” “A fuer de ser sincero, he de decir que ya tenía ganas de perderlo de vista. Como al pequeño Frodo, sólo me ha traído problemas desde que lo encontré. Este anillo está maldito”. “ZP me ha dicho que te diera las gracias en su nombre. Mañana tiene una reunión por la tarde con Ratizinger en la Moncloa, momento en el que le hará entrega del anillo. Me ha dado una entrada preferente para el Via Crucis de mañana para ti. Puedes llevar un plus one”. “¿Te puedo pedir un favor? Dale la tarde libre a tu dependiente.” “No sé cómo te queda cuerpo, con la de hematomas que tienes”. “Siempre tuve una fantasía erótica con la escena del polvo de Antonio Banderas y Victoria Abril en Átame”. “Es todo tuyo. Por cierto, me han dicho que si te echas trombocid en la polla aguantas más”. “Y yo he oído que mezclado con thiomucase es buenísimo para la celulitis”.

Viernes, 19-08-2011, 20:30

Ver procesiones de semana santa en pleno agosto en la Calle Alcalá en realidad es algo muy Madrid. La Vil y yo nos pusimos la mantilla y nos plantamos en la tribuna de los nobles y personalidades ilustres. Allí estaba la plana mayor del PP. Dos filas más adelante teníamos a la mismísima Bodega con su familia, sentada al lado del Cardenal Varela. Lo cierto es que se respiraba un aire especial. Cuando llegó el Papa con su cohorte de guardaespaldas, todos nos levantamos. Me fijé y su Santidad lucía el anillo. No fui el único en darme cuenta. La Bodega se inclinó hacia Rouco y pude leerle los labios: “Monseñor, el anillo”. Rouco se volvió hacia atrás y me dirigió una mirada que a una mujer con menos mundo que yo hubiera matado. Empezaron a pasar los tronos. Yo muy católica no soy, pero hay que admitir que cuando se ponen, saben montar un sarao. Todo precioso: la Santa Cena de Salzillo, con esa paleta de colores; el Prendimiento de Málaga, qué recuerdos; el Cristo de Medinaceli, del que es tan devoto Fabio McNamara; el Despojado de Granada, del que es tan devoto la Mandun; el Cristo de la Buena Muerte de Málaga, con los legionarios; la Virgen de Regla, patrona de las bolleras sevillanas. Antes de que terminara, la Vil ya se había ido detrás de los mingitorios con uno de los guardaespaldas del Papa, así que no estuvo presente cuando encajaron todas las piezas del puzle. Cuando se levantó la familia Aznarín, cuál fue mi sorpresa al descubrir que uno de los hijos de la Bodega era el DJ del People’s Lounge de Barcelona. Se acercó y me dijo: “Ahora sí me recuerdas, ¿no?” Tenía razón, fue una noche hace años en la Boîte y luego en mi casa. Cómo podía haberlo olvidado. “¿Por qué lo has hecho?” “Porque no puedo con mi madre. Ahora vivo en Barcelona, para no tener que aguantarla, aunque sigo viniendo algún finde que otro. En una de mi visitas descubrí su plan con Rouco, así que fue fácil adelantarme”. Me hubiera gustado invitarle a tomar unas copas y recordar viejos tiempos, pero sabía que lo nuestro era otro amor imposible. No hacía falta que llegara la Bodega con su cara de rape avinagrao para recordármelo. “No me gusta que hables con mujeres como ella”. Ni siquiera se esforzó en susurrárselo para que no la oyera. “Anita, yo no soy ninguna mujer. Mujer tú, mujer ella (dije señalando a la Cospedal que me miraba asustada), mujer mi madre que me ha parío. Pero yo no soy ninguna mujer, yo soy un pedazo de maricón”. Le estampé un beso en los morros a su hijo y me volví muy digna a buscar a la Vil que volvía de sus oraciones. "Cariño, el verano que viene tenemos que ir al Vaticano de vacaciones. Vincenzo me ha dado su número para que lo llamemos. Me ha dicho que nos hará de guía". "No tienes jartura. Anda, vámonos al Del Diego, que necesito una copa".

Fin

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Monseñor, el anillo

Relato de verano

4.

Todo artista sabe cuándo llega al límite de su creatividad. A mí me llegó en una cena con La Mandonguilla fuera de la ficción de esta historia en la que la pobre todavía no sabía que se había tragado el anillo del Santo Padre, aunque en el espacio-tiempo del relato lo llevaba dentro, como Mia Farrow en La semilla del diablo. La verdad es que no sé como Cassavettes se aguantaba la risa cuando pensaba lo que le había hecho a la pobre Mia porque a mí, cuando íbamos por la segunda botella de vino, empezó a darme una risita nerviosa de no te menees cada vez que pensaba en la metaficción de lo que llevaba dentro.

Pero volvamos a la historia. Ya digo que, creativamente, a partir de aquí todo es cuesta abajo, sobre todo para La Mandonguilla: una lenta cuesta abajo intestinal.

La Pachá volvió tan ancha de comer churros porque ella lo único que tocó de la nevera cuando volvió de marcha eran unos restos de polvo de espárragos que utilizó para hacerse un nevadito. A La Balnearios tuvimos que reanimarla con una botellita de Agua del Carmen que tengo en la mesilla de noche para cuando me paso con el poppers y podemos decir que se salvó por los cuernos: los cuernos de cruasán que era lo único que juraba y perjuraba que había probado, y el anillo, le aclaré, no cabía en ningún cuerno. Así que, por eliminación, sólo quedaba La Mandonguilla, aunque como es atea y fan de Rubalcaba, tampoco se impresionó demasiado. Ni siquiera quiso ir al médico. “Esto lo bajamos con unos cócteles y la mantequilla de unos cuantos cruasanes más”. Menos mal que todavía faltaban tres días para la entrega.

Por la tarde organizamos una “Fiesta Maravilla” en casa. Hicimos unos cócteles mediterranis (la receta es de Sergi Arola: a modo de mohito, albahaca, azúcar moreno, zumo de limón, Gin Mare, Blue Curaçao, Fever Tree) y nos hinchamos de cruasanes escuchando a Merche. Eran las fiestas de Chuecatina, también conocidas como la verbena de la Paloma, así que nos pusimos el pañuelo y la flor y nos fuimos para allá a hacer otro remake de “El Balcón de la Luna” como cada año: “pa nosotras las andaluzas, una amiga es sagrá”. Por el camino nos encontramos con los primeros peregrinos que llegaban a la JMJ y con los futboleros que volvían del Bernabeu de ver el Madrid-Barça. La ciudad ardía en fiestas.

En el Atril estaba el todo Madrid. Nos encontramos con La Vecina y su hermana, que venían de decirle guarra a la Bodega en la procesión de la Paloma. Justo esa tarde me había llamado uno de la secta (que es como se llama en el PP a la sección de Gallardo) para contarme que el alcalde casi le había pasado el bastón a la Bodega cuando le dijo que se fuera acostumbrando. “Pues eso, que se vaya acostumbrando porque yo le he gritado de todo”, dijo La Vecina, amén de gran-gran amiga mía. “Por cierto, Modesto, tengo una sorpresa directamente de Polonia”. Por un momento pensé que sería alguna de mis promesas del este, pero fue aún mayor la sorpresa cuando aparecieron comiendo pipas La Vil con La Light, que se habían venido a ver el Madrid-Barça. La Light venía muy disgustada porque al Madrid le habían robado el partido. “Tito”, le dije, porque además de ligera es sangre de mi sangre, “anímate, cariño, que seguro que aquí ligas con algún hombre que sepa apreciar tus carnes” (digamos que la llaman La Light no sólo porque trabaja en Coca-Cola, que también). La Vil, que llevaba un rato disimulando su alegría culé, aprovechó la reunión familiar para marcarse un chotis con La Balnearios; yo dejé a mi tío en la barra y me lancé a unas sevillanas nada modestas con el dueño del Atril; y la Mandonguilla, aunque está muy casada, no se contuvo de sacar a un jovencito de Cádiz del 15-M a bailar los pajaritos, mientras le explicaba que en los States le llamaban el baile del pollito. Somos una raza de travestis por lo natural bailonga. ¿Y la Pachá? Otra vez se había perdido.

Después de cinco gintónics, me acerqué a la Mandonguilla y le dije: “¿Y si toda la historia del Papa no es más que un sueño que tuve en la piscina y un delirio posterior provocado por el consumo de estupefacientes en Barcelona?”, a lo que ella, que para algo es profesora, contestó dándome una colleja: “Lee la Biblia: el Papa es infalible, está exento de error, vamos, para que lo entiendas, que es como Mary Poppins, prácticamente perfecto en todo. Así que la historia sólo puede ser cierta. Además, maricón, si fuera mentira, no me dolería tanto la barriga”. “¿Cómo, que estamos de parto?” “Acompáñame al baño”. “Cariño, los baños de aquí son como los de Trainspotting, tenemos que buscar un sitio más limpio”.

Salimos corriendo sin despedirnos ni nada en busca de un taxi. La Calle Toledo estaba cortada por las fiestas, así que era imposible. De repente me acordé de un convento que había al lado del Cascorro. “Vamos, corre”. “Si no puedo…” Me adelanté yo para comprobar que estaba abierto. Efectivamente, formaba parte de los centros de acogida de los peregrinos de la JMJ. Lo difícil iba ser hacernos pasar por adolescentes con las pintas de putones que llevábamos. “Hermana”, le dije a la monja que había en la puerta “no la voy a engañar, nosotras somos mujeres de vida alegre, demasiado alegre, si me aprieta, pero para apretón el que tiene aquí mi amiga. Déjenos pasar si quiere hacerle un favor a la iglesia. Mejor no se lo explico, de verdad que no quiere saberlo, pero créame si le digo que para mí el Papa es como Mary Poppins, y si no me cree, rece a Dios y pregúntele, que ya verá como nos deja”. La monja se volvió, miró al cielo y, cuando ya pensaba que nos iba a echar a latigazo limpio, como Cristo a los mercaderes del tempo, dijo: “Pasad, el baño está al fondo a la derecha”. Antes de que terminara la frase, La Mandonguilla ya se había santiguado y estaba dentro del convento. “Hermana, ¿no tendrá usted unos guantes de cocina, no?”

Cuando volvimos al Atril la música había acabado. Yo propuse ir al Why Not?, pero La Mandonguilla me miró con ojos de asesina. La Balnearios me explicó que se había quedado con el disgusto puesto cuando nos vio salir corriendo, porque vale que el anillo hubiera pasado por un concurso de culos, pero dos… La Vil y La Light me miraron con cara de cuándo vas a madurar y La Vecina hacía rato que se había ido porque madrugaba al día siguiente. De repente, noté que no estaba el horno para brioches… me sentí como un niño cuando suena la sirena del fin del recreo. Me senté en el suelo para verlo todo a la altura con la que veía las cosas de pequeña. No es que los niños y los borrachos digan siempre la verdad, es que, como en los dibujos de Mary Poppins, sólo pueden ver en dos dimensiones.

“¿Por qué no vamos a comer algo?”, propuso La Mandonguilla. “Es inaudito que suene más alto un estómago vacío que un corazón triste. Lluïsa Cunille”, respondí. “Qué pesada estás con las citas”, dijeron todas a la vez.

Por lo menos tenía el anillo y ya sólo quedaba un capítulo.

2017: tibio y desafecto

Ay, que ya nadie se acuerda de 2017. Aquí va mi resumen: Lo mejor del año  * La frase de "Juego de Tronos": “Maybe it real...