lunes, 10 de febrero de 2014

Blue Christine no se lleva ningún Goya

Continuando con problemas del primer mundo, mis favoritos absolutamente son los de la Infanta Cristina.

Los que esperábamos que se volviera loca de Oscar en el despacho del juez y delatara a su marido como Cate Blanchett en Blue Jasmine nos hemos tenido que contentar con releer los mails que mandaba Iñaki a sus amantes: “Hola, pedazo de mujer…” Quién decía que las cartas de amor han muerto.

Es una pena que haya pesado más el lucro pasivo que una buena venganza a lo Medea. La teoría del amor, como han querido llamarla algunos, cae por su propio peso. Insisto: releed los mails de Iñaki. Si yo fuera el juez, es de lo único que le hubiera preguntado a Cristina. Porque, ¿qué sentido tiene preguntarle con cuál de las 10 tarjetas que lleva paga un peaje en Logroño? Si yo tengo dos y a veces me confundo, imagínate ella, la pobre niña rica, que lleva sangre mongui y tinte de Llongueras.

En otro orden de cosas, no se entiende que no se nombrara a la Infanta en la ceremonia de los Goya. Lo único remarcable de la gala, a mi pesar, porque no los aguanto, fueron los chistes sobre las películas que no se han hecho todavía de Chanante y Cía (aunque un poco plagio). El resto, un bluff. La película ganadora, hermana pequeña de “Belle Époque” (el mismo buenismo, su espíritu, su estilo), me aburrió soberanamente en su estreno. Eso sí, las manos de David Trueba (que en sus columnas de El País me encanta, pero recibiendo premios parece un seminarista del Club de la Comedia) me recordaron mucho a las de Woody Allen sobre Dylan Farrow, o si no, poneos este vídeo.

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