jueves, 23 de octubre de 2008

El doble de Vila-Matas

“Porque donde se puede y se debe ser verdaderamente original es al citar. (...) Citar es respirar literatura para no ahogarse entre los tópicos castizos y ocurrentes que le vienen a uno a la pluma cuando se empeña en esa vulgaridad suprema de «no deberle nada a nadie»”.

(Enrique Vila-Matas, Dietario voluble)



Tiene Vila-Matas sin saberlo un doble en Madrid. No lo digo yo. Lo dicen en Barcelona. Mientras él deambula entre el Café de la Radio, el Bracafé o el Bar Belvedere de la ciudad junto al mar, su doble, que no se le parece en nada, pasa las mañanas y las tardes sentado solo en el Diurno y en el Gift, aquí, en Madrid, absorto, mirando la vida pasar. A lo mejor es su traductor al catalán, que se ha mudado a la capital para distanciarse del texto. Eso explicaría (el que sea traductor) un parecido que, como digo, no acabo de ver. Y ese brillo esquizofrénico en la mirada. Y que tenga tanto tiempo para ir de café en café. La traducción es un oficio que requiere de muchos descansos.

“Conmoción esta mañana al salir a la calle y reparar de golpe en la extrañísima presencia de las cosas”, escribe Vila-Matas en su última novela. La escritura es un oficio que exige un alto grado de extrañeza.

“Si vas a intentarlo, que sea a fondo. Si no, mejor que ni empieces. Puede que pierdas familia, mujer, amistad, trabajos y hasta la cabeza. Puede que no comas en días, puede que te congeles en un banco de la calle. No importa. Es una prueba de resistencia para saber que puedes hacerlo. Y lo harás. A pesar del rechazo y de la incertidumbre, será mejor que cualquier otra cosa que hayas imaginado. Te sentirás a solas con los dioses, y las noches arderán en llamas. Cabalgarás la vida hacia la risa perfecta”, escribe Bukowski, sobre el oficio de escribir, la noche, las drogas, cualquiera sabe.

Dicen en Barcelona que tiene Vila-Matas sin saberlo un doble en Madrid. No, no es Casas Ros, como algunos piensan. El doble de Vila-Matas no escribe auto-ficción. La traducción es todo lo contrario de la auto-ficción, es escribir la ficción-ajena. Tampoco soy yo, ya me gustaría. Aunque compartamos oficio, mi traducción es de otra calaña. A veces me lo encuentro, al doble de Vila-Matas. Me gustaría preguntarle si echa de menos Barcelona en los portales de Madrid:

“Barcelona es la luz submarina de los portales del Ensanche vistos al volver del colegio” (Jaime Gil de Biedma)

Pero no me atrevo. Es cierto que los portales modernistas del Ensanche tienen algo de acuario empapelado en la habitación de un niño. Yo viví una de mis noches más oscuras en uno de esos portales.

“La Muerte no tenía intención de viajar en mi vagón. La Muerte no es tan metódica” (Rick Moody, El velo negro)

Pero basta de hablar de mí. O del doble de Vila-Matas. Por lo que sabemos, a lo mejor ni siquiera es traductor. A lo mejor ni siquiera es su doble. No hay que creer todo lo que se dice en Barcelona.

“Ya no quiero oí fragmentos. Cuéntemelo todo del principio al fin. Menos no pienso escuchar” (Franz Kafka, Descripción de una lucha).

Basta de fragmentos. Hay que leer a Vila-Matas.


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