jueves, 22 de julio de 2010

De repente, otro verano

Dos cosas me dan una pereza enorme en verano: fumar y escribir. Sólo de pensarlo me pongo a sudar, por la espalda, porque en el sobaco estoy experimentando con una crema con cortisona que compré el otro día en la farmacia y está seco como la mojama. Iba buscando algo contra las irritaciones, que no inritaciones, para eso sólo tengo el TCM, pero fue oír la palabra cortisona y dibujarse en mi cara una sonrisa que ni la del gato de Cheshire.

Ayer volví a ver (y van…) "De repente, el último verano", escribo mientras enciendo un cigarro matutino a modo de disciplina.


El primer acto de la película es simplemente perfecto, desde la bajada en ascensor la Hepburn, sublime: "había un rey bizantino que se elevaba en su trono cuando daba audiencia; como estamos en una democracia, yo desciendo". Y yo condesciendo con ella. La descripción de Sebastian hecha por Violet no deja de ser la descripción de un hijo hecha por una madre. A lo largo del metraje descubriremos que Sebastian no era tan santo como ella lo pinta. Precisamente un cuadro de San Sebastián preside el garçoniere donde madre e hijo tomaban sus daiquiris helados todas las tardes a las cinco. En el jardín, una réplica del jardín de la creación o del Edén hecha por Sebastian (planta carnívora incluida), el esqueleto de un ángel amenaza la veracidad de la historia que Violet cuenta sobre su sobrina, la loca de Elizabeth Taylor: "Dementia precox, ¿no es un nombre precioso para una enfermedad?, como de una flor exótica..." Violet está dispuesta a dar mucho dinero al hospital a condición de que practiquen una lobotomía a su sobrina, para enterrar definitivamente el recuerdo de cómo murió su hijo Sebastian el verano pasado. La traducción literal es esa: "De repente, el verano pasado".


En realidad, la película trata de la locura en la mujer, no en vano empieza con una escena en la sala de un manicomio femenino, continúa con la locura impuesta en Catherine, la sobrina, y termina con la locura real de la tía. Sebastian es sólo una loca.


Tennessee Williams y Gore Vidal se pusieron las botas de la homofobia con el guión. En un determinado momento Catherine dice: amar es usar a las personas y odiar es no poder utilizarlas. Está hablando por boca de su primo muerto. A Sebastian le encantaba usar a las personas. Es lo único que le quedaba en esta vida. E incluso eso llegó a aburrirle. Y entonces decidió buscar la cara de Dios. Leyendo a Melville quedó fascinado por la descripción que hacía de las Islas Encantadas y convenció a su madre para ir a verlas, coincidiendo con la época en que las tortugas suben a la playa a desovar. Es entonces cuando los pájaros rapaces (flesh-eating birds) se lanzan sobre las crías en su carrera hacia el mar y se dan el festín. Las ponen boca abajo y devoran su carne. "La naturaleza es cruel". Y esto nos lleva directamente al verano pasado. Sebastian no quiere llevar a su madre de vacaciones porque ya no le sirve como cebo (de nuevo la caza) para cazar jóvenes rapaces, así que se lleva a su prima a España y la obliga a ponerse bañadores transparentes para que los chicos se fijen en ella y luego entrarles.

(La ubicación geográfica no se concreta nunca: sólo se habla de Cabeza de Lobo, que es un pueblo de A Coruña, pero las imágenes son claramente de un pueblo mediterráneo. Por otra parte, en 1937 estábamos en plena guerra civil, así que no debía haber mucho turismo sexual en la península. Pero después de la muerte de su primo, a Catherine la llevan a París, así que no puede ser México).

La tarde de los hechos, el sol era como el ojo de Dios, recuerda Catherine (de nuevo Melville y las Encantadas). Esta vez los rapaces son los chicos que, hambrientos y hartos de pedir limosna, empiezan a perseguir a Sebastian por las calles del pueblo hasta que lo abaten encima de la colina y lo descuartizan con las latas y parece "como si se lo comieran".


"La vida te va robando todo" dice Violet al principio.

Camille Paglia, en su ensayo sobre "Los pájaros", cita a la escena de Las Encantadas de "De repente, el último verano" como antecedente directo de la película de Hitchcock. Pero Hitchcock cree en el amor, el amor como fascinación. Los pájaros que Tippi, una rica heredera con fama de frívola y un poco putón, lleva a Mitch al principio de la película son "lovebirds", nada que ver con los pájaros del odio que picotean la cabeza de los niños más adelante.

Lo más cerca de esa fascinación que está Tennessee es en "La primavera romana de la señora Stone", cuando Vivien dice: "las personas bellas dictan sus propias leyes". El guapísimo Warren Beatty es como las rubias de Hitchcock, pero mientras que las mujeres de Tennessee están abocadas al fracaso con los chulos (ese gesto de tirar las llaves por el balcón como el que tira su última esperanza), Hitchcock siempre confió en que se liaba con las rubias, aunque sólo fuera en la pantalla.

"¿Dónde está mi corazón?", preguntaba Blache Dubuois en "Un tranvía…" buscando su joyero en forma de corazón. A veces, me pregunto lo mismo. Por cierto, que Greta Garbo rechazó este papel porque consideraba que era demasiado masculina para interpretarlo. Amén, hermana.


5 comentarios:

La fugitiva dijo...

Qué grandes películas todas, nene. ¿Y seguro que no es México? Yo estaba convencido de que sí... y eso que creo que la vi en inglés con subtítulos (la tengo en casa). Me encanta la frase de Vivien de que "las personas bellas dictan sus propias leyes". Menuda obra surrealista se montaron el tándem Mankievicz-Vidal-Willians. Impresionante. De culto total.

Unknown dijo...

Si anem al Lago el finde, jo m'ofereixo a fer-te de Catherine o, si la cosa es posa difícil, canviem els papers a veure què dóna tot plegat, :).
Putons
V

Anónimo dijo...

Mucha película, mucho gorgeous comments, pero te callas lo principal: desembucha el nombre de la crema sobaquera, hombre ya!!!!!

Anónimo dijo...

http://www.tv3.cat/videos/2994350/La-parella-ideal

joseph john dijo...

tendrias que dejar de ver tv3

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