martes, 21 de diciembre de 2010

El día que murió Morente

Llevo algún tiempo teresiano, que vivo sin vivir en mí, y la muerte de Morente no es que me pillara por sorpresa, como a muchos, es que me pilló en orsay. Y mira que en Madrid ya se comentaba el domingo en los bares de la Latina lo que había pasado…

El lunes fue día de llamadas. Todo el mundo llamaba a sus amigos para darse algo tan raro como un pésame mutuo. Nosotros fuimos por la noche al Candela a tomar una copa, pero ni siquiera sonaba Morente.

Fue entonces cuando caí en la cuenta de que no había ido nunca a un concierto suyo. Lo vi de lejos con las Voces Búlgaras en la Plaza de la Catedral de Barcelona, quizás en alguno de los primeros Espárragos en Granada, ¿en el Zaidín?, allá por los noventa. Pero no recuerdo haberlo oído cantar sentado en la platea de un teatro.

Para mí Morente es el balcón abierto de mi habitación en la calle Aribau, con la silla de enea, los claveles rojos y mi mesa baja con los libros y los posavasos hindús colocados simétricamente. Cuando intentaba escribir una novela y soñaba con Nueva York escuchando algunas de las canciones del Omega. Y muchas, muchas noches con mi hermano.

La verdad es que tienes razón, le debía un post a Morente. Nos vemos pronto en Granada. TQ

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