viernes, 17 de diciembre de 2010

Las cuñadas

Dos mujeres sentadas en dos sofás, con sendos vasos de whisky con hielo. Tienen esa edad que no osa decir su número, pero con la peluquería reciente y el vestido de noche parecen más jóvenes. Una lee el Vogue y la otra consulta Internet en el teléfono. Fuera de la sala se oyen gritos de hombres viendo el fútbol.

MORENA: (Cogiendo la revista con una mano y mirándose la otra) Mierda, creo que se me va a romper una uña.

RUBIA: (Irónica.) Siempre has tenido problemas con las uñas.

MORENA: Sólo en los últimos meses. Antes nunca me pasaba. Últimamente no duermo bien.

RUBIA: ¿Has dejado las pastillas?

MORENA: Qué va, pero ya no me hacen nada. Ahora me despierto siempre a las seis de la mañana y me tengo que tomar otra.

RUBIA: (Mordaz.) Yo te recuerdo siempre con problemas de uñas. De todas formas las uñas no tienen nada que ver con el dormir, sino con el comer.

MORENA: Yo como bien. Pero duermo fatal. Deben ser los nervios.

RUBIA: (Haciendo como que no le importa.) ¿Por qué estás nerviosa?

MORENA: Deberíamos ir el lunes a hacernos la pedicura. Aquí dice que han abierto un sitio en Velázquez donde te hacen la pedicura en los pies (lee) “con unos pececitos garra rufa que se dan un festín a tu salud. Son una especie que se alimenta con las células muertas de la piel".

RUBIA: Yo no puedo. Tengo cosas que hacer el lunes.

MORENA: Pues tendré que ir sola.

RUBIA: (Absorta en el teléfono.) Tendrás que ir sola.

MORENA: (Deja la revista a un lado.) Qué pesada estás con la tecnología.

RUBIA: Ya acabo.

MORENA: Me encanta cómo has dejado el salón.

RUBIA: Ya.

MORENA: ¿Sabes qué se ha puesto de moda ahora en los restaurantes? (Silencio.) Las parejas se hablan en inglés. Ya nos ha pasado en cuatro o cinco. En la mesa de al lado las parejas llegan hablando español hasta que les toman nota, y entonces cambian al inglés. Y ninguno de los dos es extranjero. Lo hacen para practicar. Le dije a Fernando el otro día que por qué no lo hacíamos nosotros y me dijo que le parecía de idiotas.

RUBIA: Mmn…

MORENA: Fernando tampoco duerme bien. Todos los domingos por la noche dice que le visita una sombra negra y le pega y le intenta asfixiar.

RUBIA: (Deja el teléfono encima de la mesa baja.) Les pasa a muchos hombres. Los domingos por la tarde empiezan a poner cara de tener un cadáver descuartizado en el congelador y cuando llega la hora de irse a la cama son ellos los que parecen un cadáver. Es el pánico a empezar la semana de trabajo, una regresión a la infancia, como cuando lloraban porque no querían ir al colegio. También a algunas mujeres. Una chica me contó el otro día en el gimnasio que llora todos los domingos por la noche. Lo peor de todo es que me dio envidia.

En la habitación de al lado se oye la celebración de un gol. Ellas se quedan quietas.

MORENA: Mierda, empatamos. Esperemos que metan otro en diez minutos porque si no, vamos a salir a las tantas.

RUBIA: No puedo con las prórrogas.

MORENA: A veces me gustaría saber qué pasa en la cabeza de un hombre cuando su equipo marca un gol.

RUBIA: Casi que no. (Como acusándola.) Prefiero seguir siendo mujer, aunque a veces sea degradante.

MORENA: Estar aquí sentadas esperando a que acabe el partido sí que es degradante.

RUBIA: Creo que Carlos tiene un lío.

MORENA: (Riéndose.) ¿Qué dices?

RUBIA: Que Carlos tiene un lío.

MORENA: (Susceptible.) Carlos no te engañaría nunca.

RUBIA: Tengo un pálpito.

MORENA: Pero si miente fatal, siempre nos hemos reído de él. Tiene los mismos registros como actor que José Coronado (hace los gestos): mirada a la derecha, mirada a la izquierda y mirada al frente.

RUBIA: Y lo peor de todo es que encima me siento culpable.

MORENA: ¿Culpable de qué?

RUBIA: (Frunciendo el ceño.) Por nada.

MORENA: ¿Por lo del AVE? Olvídalo ya.

RUBIA: ¿Y si las dos cosas están relacionadas?

MORENA: Carlos no te engaña. Son imaginaciones tuyas. Deja de torturarte. Y lo del AVE fue una cana al aire. (Más relajada.) Un rollo de una noche.

RUBIA: Fue al mediodía.

MORENA: Estabas de viaje. Aparte, no todos los días se liga con un joven parlamentario. Yo no te lo hubiera perdonado si desaprovechas la ocasión.

RUBIA: Tampoco fue para tanto. Ni siquiera me dio el teléfono.

MORENA: Tenías que habérselo dado tú.

RUBIA: Ni se me ocurrió.

MORENA: (Levantando un poco la voz.) Por lo menos te lo tiraste.

RUBIA: No grites.

MORENA: (Tapándose la boca.) Perdón.

RUBIA: No sé, tengo la sensación de que a lo mejor si yo no hubiera hecho nada, nada de esto estaría pasando.

MORENA: Y dale...

RUBIA: Cuando llevas toda la vida anteponiendo siempre tu familia a ti misma... Las mujeres tenemos esa capacidad, esa facilidad. Pero ahora que Julia se va también a la universidad… creo que van a cambiar muchas cosas. Estoy cansada de sacrificarme por los demás. Creo que voy a buscar un trabajo…

MORENA: Es una cuestión de prioridades. El otro día me llamó Meritxell, una amiga de Barcelona que es directiva en una petrolera. Se acababa de mudar a un pisazo en la zona alta y me contó que cuando se vio allí sola, con todas sus cosas, se puso a llorar porque sentía que se había equivocado anteponiendo su carrera a todo lo demás.

RUBIA: Haberle dicho que me llamara. Le hubiera contado cuatro cosas del “Y fueron felices y comieron perdices".

MORENA: Ya lo decía mi madre: las mujeres debemos inspirar amor.

RUBIA: (Con sarcasmo.) A veces también es bueno expirarlo.

MORENA: (Se levanta para ir al mueble-bar a por la botella de whisky) Claro que Meritxell tiene pinta de gimnasta rubia del equipo de atletismo, que para mí es lo peor que le puede pasar a una mujer.

RUBIA: No empieces con los clichés.

MORENA: No te quejes. Los clichés siempre os han dado la razón a las rubias. Las rubias de Hitchcock, Marilyn… y aquí en casa, Tita Cervera, Lady Foster…

RUBIA: Yo no he notado que mi vida haya sido mejor por ser rubia. (Pausa.) Cuando me conoció, Carlos me dijo que estar conmigo era como estar en Suiza.

MORENA: A mí Fernando me dijo que tenía una cabeza europea y un cuerpo americano.

RUBIA: Hermanos tenían que ser.

MORENA: Del mismo padre y la misma madre. Sobre todo la misma madre.

RUBIA: Shhhhh. A su alteza ni nombrarla.

MORENA: (Riéndose.) No me hagas reír, que me salen arrugas.

RUBIA: ¿Por qué no vas a ver cómo van?

MORENA: ¿Qué?

RUBIA: Que vayas a ver cómo van…

MORENA: Es tu casa.

RUBIA: Ya, pero no me apetece. Además, ya estás de pie.

MORENA: Voy a ver cómo van. (Abre una puerta y los gritos aumentan.) Ahí siguen, apestando la habitación. No sé cómo les dejas fumar. Tienen la mesa de póquer llena de botellines vacíos y una peste a puro… ¿Qué es un orsay? Estaban gritando no sé qué de un orsay.

RUBIA: ¿Sabes? Anoche vi Poltergeist. Cuando los padres de la niña van a la universidad de fenómenos paranormales a contratar a un grupo de expertos, me dio mucha envidia ver lo apasionados que estaban con su trabajo. No sé, se llevaban muy bien entre ellos y, a pesar de trabajar entre fantasmas, se creían su trabajo, que en su caso tiene doble mérito, y no sé si es porque eran los ochenta y me recordó a los años de la carrera, pero me los imaginaba quedando para cenar en casa de alguno de ellos después del trabajo, comentando los espíritus, la luz blanca y el mechón canoso que les sale a las clientas que ven fantasmas, y no sé, yo hace siglos que no veo a mis amigas de la facultad. Necesito un trabajo.

MORENA: Catherine Deneuve siempre me ha gustado más de rubia. La Garbo, no. La Garbo estaba ridícula de rubia.

RUBIA: ¿Te acuerdas de cuando hicimos el concurso de memoria en el barco?

MORENA: ¿Cuándo?

RUBIA: En Mallorca.

MORENA: No.

RUBIA: Ya, tú siempre pierdes.

MORENA: ¿Este verano?

RUBIA: Este verano.

MORENA: Debía estar bebida.

RUBIA: Tú siempre estás bebida en los barcos.

MORENA: Yo siempre vomito en los barcos.

RUBIA: (Grave.) Carlos ganó. Él siempre gana. Yo creo que para saber mentir hay que tener buena memoria.

MORENA: Y dale...

Se oye algo de un penalti en la habitación de al lado. Ellas se quedan paralizadas sin decir nada. Unos reproches, unas quejas, unos insultos, seguidos de un silencio sepulcral y una celebración de la parada del portero.

MORENA: Mala suerte.

RUBIA: Y que lo digas.

MORENA: Fernando y yo hace más de un año que no lo hacemos.

RUBIA: No me interesa tu vida sexual.

MORENA: Al principio empezamos a ver películas porno, a ver si se animaba, y ahora lo único que hacemos es eso, ver porno. El sábado pasado vimos “Hannah se lo hace con sus hermanas". En lo que va de año hemos visto todos los clásicos: “American puti”, “Abierta hasta el amanecer”, “Eduardo Manospajeras”, “Tetanic”, “Todos sobre mi madre”… y lo peor de todo es que yo no he visto las originales.

RUBIA: No se puede tener todo.

MORENA: Tienes razón. El sexo no lo es todo. Tampoco quiero presionarle. Prefiero no pensar en ello. Además, están las pesadillas de la sombra negra. No creo que sean por el trabajo. Fernando está muy contento con su trabajo.

RUBIA: ¿Qué tal el otro día con tu madre?

MORENA: (Haciendo como que no la ha oído.) En lo demás no tenemos ningún problema. Cumple con sus deberes. Sólo está un poco apático.

RUBIA: Que qué tal con tu madre.

MORENA: Mi madre, estupenda. Dice que no quiere jubilarse, claro que con lo que gana la entiendo. Hace días que no la veo. Ahora se pasa los días de exposición en exposición, porque le han dicho que tiene que buscar hombres que no basen su confianza en el dinero, para que no se sientan amenazados. Dentro de poco tendré un padrastro pintor más joven que yo.

RUBIA: Creía que habíais quedado esta semana para comer, el miércoles, cuando no pudiste venir al gimnasio.

MORENA: (Evasiva.) Al final no pudo.

RUBIA: ¿Sabes? El otro día, buscando una dirección en la agenda de Carlos, me encontré un papel.

MORENA: (Bromeando.) Una factura de hotel…

RUBIA: Peor, era una lista de los pros y los contras de nuestro matrimonio.

MORENA: No…

RUBIA: Al principio no me lo podía creer.

MORENA: No me extraña.

RUBIA: Se titulaba “¿Quiero seguir con mi mujer?"

MORENA: (Entre dientes.) Hay que ser gilipollas…

RUBIA: El hijo de la gran puta.

MORENA: ¿Y qué decía?

RUBIA: Pensé que era algún tipo de broma. La verdad es que me fui a los contras primero.

MORENA: Lógicamente.

RUBIA: Me parecía una situación ridícula para leer piropos de mi marido o lo que él considera las ventajas de estar conmigo. Además, la lista de inconvenientes era más larga. Había cosas que me esperaba. Mi obsesión con la limpieza, por ejemplo. Será cerdo… El sexo, cómo no. Mis padres. Esa me dolió, con lo que le ha ayudado mi padre en la empresa los dos últimos años…

MORENA: Fernando tampoco soporta a mi madre.

RUBIA: No sé, algunas afortunadamente ya las he olvidado. Luego había otras que no entendí, como el inglés, la banca ética o el cariño. No sé si se refería al exceso de cariño o a su defecto.

MORENA: (Con mucho tacto.) Al exceso, seguro.

RUBIA: Luego me fui a la lista de los pros y allí estaba tu nombre.

MORENA: ¿Cómo?

RUBIA: Lo encontré raro. Así que le cogí el teléfono. Él no sabe que me sé su contraseña. Un día le espié en la cama mientras la escribía. CR7CR7.

MORENA: (Entre dientes, bajando la voz.) Hay que ser gilipollas.

RUBIA: En la bandeja de entrada no vi nada, pero en la de salida estaban todos los mensajes guarros que te ha estado enviando los últimos tres meses. Vuestras citas. Vuestros revolcones. El del miércoles incluido. Les hice una copia. ¿Quieres que te relea alguno? Son del hermano de tu marido.

MORENA: Creo que debería irme.

RUBIA: (Levantándose.) No hace falta.

En la habitación de al lado se oyen los gritos y la celebración de un gol. Las dos se quedan petrificadas otra vez.

RUBIA: (Se acerca a la otra y le escupe a la cara) Soy yo la que se va. Y dile a estos que me alegro de que no haya prórroga.

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