The siege in the room

* En estos tiempos tan tectónicos, es preferible permanecer ignaro. En estos días tan peseteros, hacer de la munificencia tu bandera.

* En el gimnasio de los actores, ese lugar donde, cuando te quitas los cascos, improbablemente se oye hablar de Coriolano. Yo a lo mío, es decir, a los hipopresivos, que tengo el suelo pélvico por los suelos (perdón por el chiste fácil; podría sugerir otro sobre el chorro fácil pero me doy una colleja mental).

* Uno sólo debe dejar de salir a bailar cuando beber no le emborracha, sino que le produce sueño.

* He puesto una alfombra de césped artificial en casa por aquello del “Hawaii-Bombay son dos paraísos, que a veces yo, me monto en mi piso”. Ahora ya puedo tocar las maracas y, pachín, pachín, cantar una de Machín. Aunque una vez colocado, me doy cuenta de que me ha quedado muy futbolero.

* Y hablando de fútbol, perdón por el heteronormativismo, pero tengo que comentar el gol de Silva. Por favor, cómo me gustaría plantarme en el área contraria de la vida y poder dedicar unos segundos a pensar cómo la vas a meter. Mirar, driblar y pensar. Ese pararse ante tres chulazos y colársela entre las piernas no es sangre fría, es lo más parecido a la antesala de un primer beso. Como escribir una carta de amor desde un edificio en llamas, que diría Cheever.

* Termino el cuento “Adiós, hermano mío” de John Cheever, aunque a la que realmente me parezco es a la madre del cuento.

* Tarde de sábado dedicada al siege in the room, a escuchar el silencio, a escribir sin comas, salvo estas líneas.

* La de tiempo que hace que nadie me graba una mixtape.