Cuando Jennifer Lawrence ganó el Globo de Oro por esta película, dijo: “No sé a quién has tenido que matar, Harvey Weinstein, para que yo esté aquí arriba esta noche, pero muchas gracias”. Para los que no sepáis quién es este señor (según una encuesta del Vanity Fair, el 80% de los americanos tampoco lo saben), digamos que es el productor más temido de Hollywood: el responsable del Globo de esta chica y de los Oscars de Pedro, Penélope y Bardem o de Kate Winslet y Gwyneth Paltrow o de The artist y The King’s Speech. Empezó fundando Miramax en los 80, se hizo de oro con películas como Sex, Lies and Videotapes o Four Weddings and a Funeral, para luego acabar vendiendo la productora a Disney y estableciéndose por su cuenta en Nueva York, donde además se ha metido en política y se ha casado con Georgina Chapman, hija de un millonario y fundadora de Marchesa, la firma de moda de la que iba vestida Jennifer Lawrence en la alfombra roja, por cierto.
Todo esto para aclarar que de este señor uno se lo espera todo. Este año va a los Oscars con esta película y con Django Unchained (The Master se le ha atascado). Cuando vi las nominaciones, Silver Linings… fue la que me dieron más ganas de ver, no sólo porque pintaba comedia, sino porque le tengo cariño al director. Me gustó mucho sus primera película (Spanking the Monkey, 1994), carne de Sundance, pero la vi en Granada en los años de carrera y el título siempre me hizo gracia (pajearse, en inglés).
Y ahora empiezan los spoilers: no puedo con las películas de bipolares, maridos que llevan fatal los cuernos, chicas que usan la sordidez en el sexo como arma, casas en los suburbios… Y la primera hora de esta me recordó a todo esto: The Descendants, American Beauty, Young Adult, Margaret, películas que me repugnan básicamente por sus buenas intenciones. Pero, de repente, justo cuando iba a abandonarla (ya había estado a varios tris), aparece la escena de las apuestas, que es maravillosa, porque aunque no creas en la suerte, las apuestas tienen algo de mito y de absurdez que me encanta, y la película se convierte en la comedia romántica oculta del año. Ya me pasó el año pasado con 4:44 Last Day On Earth, aunque esta era más por su filosofía. En Silver Linings…, parece directamente que despidieron al guionista, el director se emborrachó y los actores eran realmente bipolares. Porque vamos, a mí la Jennifer no me gusta demasiado (tiene esos mofletes de ternera anoréxica que me recuerdan a Juliette Lewis, o de cabra ahorcada, que diría mi madre), pero Bradley Cooper, después de una hora haciendo penosamente de atormentado, entra en la sala de baile como si estuviera en un casino de resacón en Las Vegas y se produce la magia. De repente tenemos una cenicienta, una bruja, un padre comprensivo (Robert de Niro sólo debería hacer comedia romántica)… vamos, un pastel. Él se acerca a su exmujer y le susurra algo al oído. No lo oímos, pero está claro: le está pidiendo perdón por todo lo que ha pasado, porque él ya la ha perdonado. Y esa frase final: “the world will break your heart ten ways to Sundays, that’s guaranteed”, que no sé cómo habrán traducido, pero es un “Los domingos matan más hombres que las bombas” en toda la regla. 10 ways to Sundays. No sé por qué tengo la sensación de que este año los domingos van a dejar de ser mi día favorito.
jueves, 31 de enero de 2013
viernes, 18 de enero de 2013
La Lizarán y el Almodóvar
Ha tardado un poco Marcos Ordóñez en glosar la muerte de
Anna Lizarán (http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/16/actualidad/1358349722_949090.html).
El crítico está siempre más posicionado por el teatro de Madrid que
por el de Barcelona (comparar a la Lizarán, a la Espert y a la Sardà con la Machi le delata), y ya estaba yo malpensando en la última vez que dijo que
le había gustado más la función de Agosto que representaba Amparo Baró en
Madrid que la que hizo la Lizarán en Barcelona. Por eso me puso la mosca detrás
de la oreja no ver su nombre entre las primeras firmas que hablaban de la
Lizarán.
Aunque más me sorprendió que Jacinto Antón destacara en el
antetítulo su trabajo en el cine con Almodóvar, no sólo porque había trabajado
más con Ventura Pons, sino por el mal recuerdo que guardaba la Lizarán de su
experiencia almodovariana. “Supongo que no le debí gustar al señor director”,
decía ella con sorna, recordando cómo fue reduciéndose su papel de secretaria
en Tacones Lejanos durante el rodaje. Después de que le hubieran pedido su
primer día en Madrid que se fuera al Corte Inglés y comprara 12 vestidos
largos, de los cuales sólo lució uno en la película. Un día, después de rodar
unos planos que no salieron, cortaron la escena, y en el descanso se acerco al
director y le dijo: “Pedro, me habría gustado mucho trabajar contigo”. Qué
aaaaaarte. Después de eso, Pedro canceló su escena final y la retiró de las fotos
promocionales. No sé si Lluís Homar, gran amigo de la Lizarán, se atrevería a
recordarle la escena años después cuando trabajó con Pedro.
Después de todo, la Lizarán tampoco salió tan mal parada de
los recortes de Pedro. Eduardo Noriega se pasó un agosto travestido haciendo
pruebas para la primera versión de La Mala Educación, y al final no salió. Ya
lo había intentado sin suerte cuando Pedro despidió a Jorge Sanz del rodaje de Carne
Trémula, otro de los recortes de Pedro. Aunque la peor parada fue Carmen Machi
en Volver, donde hacía de hermana de Agustina, tenía las escenas grabadas y la
eliminaron de la versión definitiva, sustituyéndola por una rubia de muy mal
pelaje que salía en el talk show. Supongo que por eso, años después, terminó dándole
el corto de La concejala antropófaga.
El entierro de la Lizarán me recordó mucho al de Terenci.
Barcelona, como el envase de plástico, no sabrá dónde va, pero sabe despedirse
de los suyos: http://ccaa.elpais.com/ccaa/ 2013/01/14/catalunya/ 1358198890_763276.html
miércoles, 16 de enero de 2013
Mis vídeos favoritos
1) Me encanta el título: el contentillo de Bibiana. Tiene frases memorables, como: “pero qué equivocada he estado toda mi vida”, “ponle a calle trece”, “no, a ti no te van a regañar”, “si ya está to el pescao vendío”.
2) Es inevitable ponerlo detrás del anterior. Esto es un número musical y no la coreografía del So excited de LAP.
3) Esta señora trabaja de nariz y mamarracha, que son dos trabajos que combinados me resultan maravillosos. Me encanta lo del final de: I’m Katie Puckrick, and I smell.
4) Mi anuncio favorito en la actualidad, porque como dice una gran-gran amiga mía: no es esperar que un príncipe azul te salve, es hacerle creer que puede hacerlo, aunque luego te las apañes tú sola.
5) Mi receta favorita de la semana. Como siga así, me veo diabulímica perdida, que es lo último (tirando la insulina para la diabetes por el baño para perder peso).
6) ¡La geología no es una ciencia! Uno de mis momentos favoritos de Sheldon. He de confesar que me he prohibido la serie, porque estaba empezando a tener efectos secundarios en mi relación con la raza humana.
2) Es inevitable ponerlo detrás del anterior. Esto es un número musical y no la coreografía del So excited de LAP.
3) Esta señora trabaja de nariz y mamarracha, que son dos trabajos que combinados me resultan maravillosos. Me encanta lo del final de: I’m Katie Puckrick, and I smell.
4) Mi anuncio favorito en la actualidad, porque como dice una gran-gran amiga mía: no es esperar que un príncipe azul te salve, es hacerle creer que puede hacerlo, aunque luego te las apañes tú sola.
5) Mi receta favorita de la semana. Como siga así, me veo diabulímica perdida, que es lo último (tirando la insulina para la diabetes por el baño para perder peso).
6) ¡La geología no es una ciencia! Uno de mis momentos favoritos de Sheldon. He de confesar que me he prohibido la serie, porque estaba empezando a tener efectos secundarios en mi relación con la raza humana.
jueves, 10 de enero de 2013
La importancia de ser honesto
Es duro terminar el año sin propósitos de año nuevo. Como
decía Rosa María Sardà en Todo sobre mi madre: ¿de verdad no esperas nada de
mí? Yo espero poco del 2013. Quizás, lo único, que no me hablen del tiempo.
Como dice Cecily en La importancia de llamarse Ernersto: cuando me hablan del
tiempo pienso que quieren hablarme de otra cosa y me pongo muy nervioso. Y
quien dice el tiempo dice el amor, la crisis, la salud y demás tautologías.
Pero más duro es de robar o, en este caso, empezar el año
con pánico a la página en blanco. Metafóricamente hablando, quiero decir. El
pánico literal y literario ha quedado reducido a un ligero escozor a la altura
de la pituitaria a en los días lúcidos de resaca.
Vamos, que no tengo tema. Tenía pensado hacerme la “mujer superficial”
y titular este post “Lady Ganga”, pero las rebajas han resultado más
infructuosas que comer zanahorias para la vista. Es una falacia pensar que la
disminución de las ventas aumenta las rebajas. Todo lo contrario. Los tenderos
se miran el euro que ni los ombligos los chusmas de mi nuevo gimnasio. Así que
los juegos de palabras con el “Ganga style” o las referencias a la hora de las
rebajas de la última canción de la discoteca, a la papelera.
Otro tema era Pedro, obviamente. Yo pensaba que LAP iba a tener un giro de esos muy suyos, en plan El amante menguante o El paradigma del mejillón, pero si lo más interesante que ha contado hasta ahora es que Lola Dueñas está considerando meterse una linterna en el chocho, miedo me da que esta película sólo sea una faena de aliño.
Ante la falta de inspiración, me dije: vamos a darle una
oportunidad a Despedida de soltera, después de leer la infame buena crítica de
Jordi Costa en El País. Menudo mojón.
Así que he vuelto a la copla: atención al minuto 2, cuando
interrumpe la canción y dice lo de “Si nos llega la muerte, que nos llegue cantando”.
Cuánta razón, Juanita. Y que se muera la pena.
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