viernes, 3 de octubre de 2014

Todos somos Tania Llasera

En el gimnasio se han dado cuenta de que soy TOC. Lo que no saben es que sólo lo soy en el gimnasio. Y es que, como diría mi madre, no estás a lo que estás. Vamos que, menos en bajar calorías, estoy en todo.

El otro día, mi némesis (un escritor más joven y más rubia que yo, publicado en Anagrama y con una tableta de chocolate de infarto) me pilló haciendo twerking mental en una columna cantando a las Sugababes: “I know my hidden looks can be deceiving, but how obvious should a girl be?”. Inmediatamente tiré el chicle, puse cara de hastiado sofisticado y me fui dando saltitos a la elíptica.

Desde que me enteré de que hay que tomar chicle en el supermercado para perder peso, me paso el día masticando Trident, que además me viene muy bien para el TOC, aunque se me está poniendo un poco cara de taquillera de cine porno.

Subido a la elíptica, nivel bajo posvacacional (el mío, de siempre), en pleno ataque egodistónico (qué te crees, ¿que no me doy cuenta?, claro que me doy cuenta), tuve una revelación: las Timberland son las nuevas Birkenstock, el Spritz es el nuevo gintonic y el twee es el nuevo hipster.

Ya está, ya lo he dicho.

I share, therefore I am. Porque compartir es eso, compartir tus supersecretos del otoño. Y no publicar fotos tuyas de la playa en Instagram, eso es de putitas (podría publicar aquí las de mi némesis, pero soy más elegante que todo eso).

Después de la elíptica, me bajé a Zumba. No sin antes hacer una paradita en la máquina expendedora, porque el cardio siempre me pone snacky. Mientras esperaba a que saliera la papilla multicereales sin gluten ni azúcares añadidos y extra de proteína, con mi pose Katherine Hepburn, así con un pie para adelante, un brazo cruzado y el otro con la mano en la barbilla, noté que me tocaban la espalda. Me volví y allí estaba mi némesis, metiéndome prisa, con su camiseta sudada de Todos somos Tania Llasera. Me disculpé, recogí la papilla y le dejé paso con mi cara de “lee menos, vive más”.

Por la Zumba no me preguntéis, porque no recuerdo mucho. A veces me pasa, que las endorfinas me producen lagunas. Lo que, sumado al TOC, es como meter un elefante en una cacharrería. Creo que me echaron de la clase.

Asfixiado me dije, venga arriba a hacer 100 hipopresivas. Y es que soy como Ícaro, cuando me pongo, no hay quien me pare. Claro que a toda pajarraca se le acaban derritiendo las plumas. Al final de la escalera, al borde de un ACV menor, lo pensé. ¿Y si metes la bamba debajo del césped artificial y te tiras como Gene Tierney en Que el cielo la juzgue?

Ya en la calle, abrí un paquete nuevo de chicles de nicotina y pedí fuego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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