sábado, 20 de diciembre de 2008

Comedia nueva o el Café

Suena el teléfono. Becky del Páramo con otra proposición deshonesta: ir a ver “La comedia nueva o el Café” de Leandro Fernández de Moratín por la Compañía Nacional de Teatro Clásico.



De repente me encanta el teatro clásico. Se levanta el telón y aparece una representación divertidísima del final de “La destrucción de Sagunto” de Gaspar Zavala y Zamora. Con una música y un decorado que más parece un sueño de una noche de invierno. Me sentí en una película de Woody Allen, una mezcla de la tragedia griega de Poderosa Afrodita y la película-tan-real-que-parece-una-obra-de-teatro de Una rosa púrpura del Cairo. De hecho, hay mucho metateatro en esta pieza, a veces divertido, a veces un poco infantil, sobre todo al final: la obra es una crítica de las comedias desatinadas, los sainetes groseros y las tonadillas necias de la época (s. XVIII) y una reivindicación de reforma del teatro ilustrado. Se puede aplicar al cine de Hollywood de hoy, con lo de una batalla, dos peleas, un baile de disfraces, una tempestad, un bombazo y humo.



La acción transcurre en un café al lado del teatro (al lado del Pavón, hay uno de rancia solera que me encantó). Un grupo de personajes espera el estreno de una obra escrita por uno de ellos. Ecos de Molière y Goldoni. Yo no hubiera hecho tan evidentes algunos personajes, como la pluma del pedantón de Don Hermógenes, y definitivamente no hubiera dado ese toque moderno al final, ni hubiera puesto una versión clásica de Michelle de los Beatles. Me encantaron las referencias a las corralas y los teatros que había entre Calle de la Cruz y Calle Príncipe, precisamente donde está el Teatro de la Comedia, sede de esta compañía, que está cerrado por reforma (recuerdo haber visto un piso justo enfrente para alquilarlo el año pasado). Supongo que sería en esa época cuando se empezó a decir lo de “mucha mierda”, referido a la mierda que dejaban los caballos de los coches de tiro a la puerta de los teatros, cuanta más había, más gente iba. Y me encantó sobre todo el añadido del bando de 1790, donde se exhortaba a la gente que se comportara en los teatros. Lo dicho, estoy deseando volver.

Non ego ventosae plebis suffragia venor


1 comentario:

La fugitiva dijo...

Ahora nos citas en latín y todo...
Qué arrrte tienes, joía...
A ver si además de animarte con el teatro clásico, te animas con otros clásicos (Prado, Escorial, etc.).
Bs,

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