viernes, 1 de mayo de 2009

Plagio, carnaza y mucho esparadrapo III

“Siempre he defendido que la literatura buena es un plagio” (Joseph Pla)

“El plagio es necesario. El progreso lo implica. El plagio circunda la frase de un autor, se sirve de sus expresiones, borra una idea falsa, la sustituye por una idea justo” (Conde de Lautréamont)

Hace poco prometí una entrada de plagios, para celebrar el “homenaje” inconfeso de Pedro a Dorothy Parker en La flor de mi secreto.

Dice Pere Gimferrer que el plagio de argumentos es aún relativamente importante, pero que el plagio de los detalles literales, de los datos, de las expresiones, resulta más turbador, y acaba sentenciando que la mala literatura es simplemente un plagio inhábil, un plagio no logrado. No estoy muy de acuerdo, pero tampoco voy a entrar al trapo. Yo estoy a favor de los plagios, siempre que se citen las fuentes. Pacto de honor manda.

Hay muchos más casos de plagio de lo que pensamos. Y el plagio se perdona en este país. Aparte del caso flagrante de Ana Rose y de la “traición” de su cuñado que se apropió de Ángeles Mastretta y Danielle Steel, hay otros:

- Lucía Echebarría está acusada de plagio en sus poemas. Lo levantó Interviú. Ella llevó a la revista a juicio y lo perdió. La acusación de plagio es tan traumática como una violación, llegó a decir, utilizado a las pobres violadas para exculparse.

- Camilo José Cela se plagió a sí mismo en el discurso del mismo congreso. La respuesta de Cela: Como nadie atiende, hay que repetir. También acusaron a su novela Cruz de San Andrés de plagio, que no absolvieron hasta después de su muerte.

- Quim Monzó se dedica a plagiar en sus artículos del Magazine dominical de La Vanguardia artículos aparecidos en publicaciones internacionales.

- Javier Marías acusa a De Prada de plagiarle en su novela La tempestad.

- Héroes del silencio plagian en sus letras a Benedetti, Sánchez Dragó y Miguel Hernández

En fin, no voy a entrar en los plagios musicales porque si no, no acabamos.

Y sin tratarse de plagio, pero volviendo a Pedro, dicen, cuentan, se comenta que el personaje de Ernesto Martel está inspirado en Hervé Hachuel, el marido millonario en los 80 de Cristina Sánchez Pascual, la prota de Entre tinieblas.

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