Antes que nada, perdón por la ausencia, aunque en estos
tiempos de hiperconectividad y microcoordinación, las ausencias deberían
celebrarse, no excusarse. Sobre todo las ausencias de uno mismo, que son las que
dejan más resaca.
Este último mes los días han transcurrido como las hojas de
un libro que pasas sin leer y lo peor de todo era la angustiosa certeza de que
era el libro de tu vida el que tenías entre manos: de repente ilegible, porque los
acontecimientos llegan antes que las palabras y estas antes que las ideas. Me
encanta el término inglés “a real turnpager” para decir que un libro se lee
bien. Hasta que llega el paroxismo y te dedicas a pasar las páginas sin leer porque
prefieres no enterarte de nada. La vida es el único libro que se lee solo.
Buscando tendencias en la Gran Manzana para relajarme, hoy
he leído en el New York Times (que aunque se disfrace de periódico, tiene más
ficción que un libro de trucos de magia) un artículo sobre la microcoordinación,
referida a las interacciones sociales lubricadas con smartphones. En la prehistoria,
la gente quedaba en lugares y a horas concretas. Hoy, nos microcoordinamos o
ajustamos nuestros planes según sucesos en tiempo real, ya sea un atasco, un
cambio de planes, un mensaje de última hora, etc. Bueno, pues uno que tan reacio
es a la falta de modales de las nuevas generaciones (que dan un plantón a golpe
de whatsup, y eso cuando se dignan a responderlos) debe reconocer que lleva un
tiempo microcoordinándose como buenamente puede.
Y sin salirme de las tendencias, un grito sobre el último
invento (Ahhhhhhhhhhhhhhh). Siempre he pensado que los buenos inventos son
aquellos que suplen una carencia que teníamos (del condón al ipod), mientras
que los grandes inventos son aquellos que nos crean nuevas necesidades que en realidad
no teníamos antes de que salieran al mercado (del viagra al ipad). Todo esto
desde el punto de vista del mercado. Porque para el usuario, sólo son dolores
de cabeza innecesarios. Y ya no te digo para los early-adopters. ¿Que por qué
me enrollo tanto? Porque hace un par de semanas, entre resaca y resaca, leí en
algún lugar algo que no hablaba de mi: las gafas de realidad aumentada de
Google. El viejo reaccionario que parece que me ha abducido últimamente se echó
las manos a la cabeza, tarde, como el púgil que cae al suelo después de un golpe
fatal: ¿quién quiere aumentar la realidad?, pensé desconsolado tirado en el
ring.
Como bien dice Blanche Dubois después de recibir un puñetazo
verbal de Kowalski (y tengo pendiente un post sobre la película): I don’t want
realism. Y menos aumentado, hermana.
2 comentarios:
Espero que només augmentin verticalment... Encara me les posaria, però horitzontalment... I ja no vull ni pensar en el el buit i el desempar de la realitat... Potser que els de Google inventin quelcom per magnificar-se ells les pilotes, lol. En fi, que fa dies que penso que t'hauries d'apuntar com a pendent (que jo recordi) fer un post sobre el rebuig fins i tot enllaçant-lo amb els dels tuiters. Ja ho comentarem. Putons.
A de V
Ausencia de contenido... "real"
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