jueves, 24 de octubre de 2013

Sociofobia, de César Rendueles

Sin duda, el libro de este otoño en Madrid.


Empieza hablando de los holocaustos de la era victoriana y termina en el postscript con una cita de Richard Stallman: "Poner patentes a licencias sobre el software es como poner patentes sobre las recetas culinarias. Nadie podría comer a menos que pagara por la licencia de la receta".

Con la excusa de denunciar el ciberfetichismo (Internet como solución a todos nuestros problemas, en este caso políticos y de acción colectiva), este profesor de sociología de la Complutense desgrana el estado de la cuestión de la izquierda post-11M, el copyleft, el cyberactivismo, la ideología californiana, la incapacidad digital para el cuidado mutuo y, en definitiva, esa discybertopía blackmirroriana hacia la que vamos.

Utiliza esa amenidad que tan de moda se ha puesto en filosofía (de compararla con las series o los Simpson) para llenarlo de anécdotas de la economía de casino aplicada a las editoriales, la distribución sin ánimo de lucro del Nothern Soul, el aumento de los patent trolls o el juego del ultimátum aplicado al crowfounding.

Algunas son verdaderamente reaccionarias, como la de Psiphon, una herramienta de copyleft desarrollada para facilitar el acceso anónimo a Internet a países con censura virtual como China, utilizando servidores occidentales como puente. Luego todos chinos se dedicaron a ver porno y cotilleos de celebrities.

Amador Fernández-Savater, en un artículo muy interesante, señala la fascinación que sienten él y el autor (a los que me uno) por el pensamiento reaccionario.

Otras son divertidísimas, como el chiste del Papa, que va a un país africano y pregunta a uno de su séquito: "pero, ¿cómo están estos niños tan delgados?", y este responde "Santidad, es que no comen", y el Papa se agacha a uno de los niños y le dice en tono cariñoso "Hay que comer…"

Otras son tan políticamente incorrectas con el comunismo que Belén Gopegui le recriminó en la presentación de su libro.

A mí me ha ofendido un poco cuando habla de los actos perfectos de Aristóteles y desprestigia a los que nos podemos sentir plenamente felices comprando una camisa, o cuando llega a hablar de Ikea, Zara o HM como posibles avances de una versión socialista del consumo de masas. La izquierda siempre sin entender el mundo de la moda.

Por no hablar de cuando critica a las amas de casa anestesiadas con tranquilizantes de Mad Men. Tanto hablar de la dependencia y el cuidado mutuo (acaba de ser padre) y ahí patina de machismo, como si las amas de casa tuviéramos tiempo de anestesiarnos. Cariño, el sexismo NO es un subproducto del consumismo.

Pero bueno, en conjunto un libro super-recomendable que sacará de sus casillas a leninistas, negrinianos, hackers, anarquistas, posmodernos, profesores y haters de distinto pelaje.

1 comentario:

J. dijo...

Respecto al consumismo, el libro en realidad parece glorificar/demonizar el dinero porque, de la misma manera que imagino que se considerará admisible la felicidad que se obtiene observando la puesta del sol o los pájaros cantando en los árboles, ¿por qué no se puede disfrutar de manera similar del dinero? A no ser que se piense que el dinero es trascendente de alguna manera, debería ser posible disfrutar de comprarse una camisa con tanta paz interior como cuando se es feliz con cualquier otra cosa.

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