martes, 10 de abril de 2012

Los panes de Peter

“Always to be a little boy and have fun” J.M. Barrie

Peter Pan, ese niño egoísta, divertido, irresponsable y desmemoriado creado por Barrie (las últimas palabras de su novela “Peter and Wendy” describe a los niños como “gay and innocent and heartless”) empezó siendo un bebé de siete días en los primeros cuentos de Barrie, un niño de seis o siete años en la novela “Peter y Wendy”, de once o doce en la película de Disney, un adolescente en la obra de teatro homónima donde casi siempre lo representaban mujeres (Mia Farrow en la foto), y acabó siendo un cuarentón sin gracia en la versión de Spielberg.



Un crecimiento paradójicamente opuesto al síndrome al que da nombre, cuyos síntomas se describen a menudo como: irresponsabilidad, narcisismo, mala memoria, ansiedad, soledad y conflicto con los roles sexuales. Muy baja autoestima, falta de empatía y un gran complejo de culpa. Excesos dipsomaniacos, adicción a las drogas, y sexo ocasional y a menudo raro.

Para colmo, tiene un némesis, el capitán Garfio, con el que se llega a complementar tanto que acaban formando un solo ser (como en el fondo ocurre con todos los némesis). Garfio es un pirata que ha estudiado en Eton, obsesionado por la imagen y con un gusto exquisito en el vestir. A Garfio le gusta cambiarse de modelito según el momento del abordaje y, por si esto no bastara, le persigue el tic-tac de un reloj que se ha tragado un cocodrilo con el que seguramente sueña hacerse unas botas de piel.

Los amigos de Peter son gente con crisis de identidad, como Wendy (en realidad lo que quiere es ser madre), o compañeros de farra como los Niños perdidos, aunque me gusta más la traducción de Lost Boys que le dieron a aquella película de vampiros de los ochenta: Jóvenes ocultos. No hay Lost Girls. Como explica Alison Lurie en The New York Review of Books a propósito de una nueva reedición de la obra: “Women in popular culture are often shown as upset and depressed by the idea of growing old, usually because age will make them less attractive to men, but they seldom seem to long for a permanent adolescence in which they can hang out with other lazy, unemployed females, get drunk, and talk dirty.”

Peter Pan no puede recordar los nombres de los piratas a los que ha matado. Es un promiscuo sin remordimientos: “Los olvido después de matarlos”. No hace falta que cambie el verbo para que me entendáis.

Como diría mi adorado Stefon, “New York’s hottest place is Neverland. This place has everything: fairies, indians, pirates, mermaids, a crocodile, Tinker Bell, a pedofile”. Si, Barrie, como Michael Jackson, no se libró de la acusación. Michael, como Barrie, siempre dijo que su infancia terminó a los 6 años. Supongo que sus abogados se plantearían alegar que un niño no puede ser acusado de abusar de otro niño. Michael, en cambio, haciendo honor a su edad mental, se vengó creando el vídeo de Ghost, un remedo de Thriller que presentó un año justo antes de cumplir los 40. En él, su némesis, el malvado alcalde (interpretado también por Jackson), se parece sospechosamente al fiscal de su juicio por abusos a menores.



Me parece que me estoy saliendo del Valle Normal, como la comitiva que entra con las antorchas en el castillo de Algún otro lugar. Aunque más que un post freak, me está quedando un cadáver exquisito, como aquellos que creaban los surrealistas. Un cadáver exquisito que ya no necesita beber vino joven para componer un poema al alimón. Me pregunto si en un mundo donde la inseguridad económica ha sustituido al inconsciente colectivo tienen algún sentido personajes como Peter Pan o el fantasma de Michael Jackson. Por si acaso me equivoco, por favor, no me felicitéis mañana.

A todos los Peter Panes del mundo: be brave, clench fists.

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