jueves, 4 de septiembre de 2008

A veces el cuerpo tiene que tirar de uno

Ya he vuelto. Me ha costado, pero esta noche que justo un mes se cumple del aterrizaje físico, siento que he caído por fin en Gran Vía (qué jet lag más grande).



Me fui con un resfriado que cogí con el aire acondicionado de un avión de Delta Airlines, antesala de todos aires acondicionados que iba a sufrir los días de N.Y., y ha sido otro resfriado que he cogido hoy, a veces el cuerpo tiene que tirar de uno, el que cierra el ciclo de la aventura americana, ahora que no parece tan aventura, que las fotos vuelven a parecer hechas en un decorado, como siempre me pareció esa ciudad, ni tan americana, pues este mes ha sido una mezcla de dos ciudades: sensaciones de allí que han perdurado aquí y otras de aquí que aún no sé donde ubicar.

He vuelto al Cock gracias a un collage, me he sentido en New Jersey en la Boîte, he aprendido a diferenciar un cover de un swing sin necesidad de volver a Broadway, y he paseado Brooklyn de nuevo sin salir de casa gracias a Wayne Wang.

“Normality is the gentrification of ordinary madness” dice Hanif Kureishi en su última novela (Something to tell you, Faber & Faber) : la normalidad es la gentrificación de la locura común, el aburguesamiento de la conciencia surrealista.

La vuelta de las vacaciones es un poco así, incluso para aquellos a los que de niños nos encantaba la vuelta al cole… los niños obedientes, los que sólo quieren complacer a sus padres y se convierten en lo que Winnicott denomina un falso self.

Frente a la normalidad, la verosimilitud. Hay gente que se ha apropiado de la verosimilitud, pero no les pertenece. Como dice Belén Gopegui (Un pistoletazo en medio de un concierto, Editorial Complutense): hay que tener cuidado con los okupas de la verosimilitud. Es un poco lo que Pepa dice en Mujeres al borde de un ataque de nervios: “En mi casa colaboro con quien me da la gana”. Pues eso, que si quieres alargar tus vacaciones, no luches contra el jetlag.

Nosotros, los niños a los que nos encantaba volver al cole, nos refugiábamos en esa falsa normalidad porque en el fondo nos sentíamos muy surrealistas. En fin, creo que me está subiendo la fiebre.

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