miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Nos hemos enamorado por encima de nuestras posibilidades?

Anoche estaba viendo otra vez “Sweet Home Alabama” cuando, de repente, tuve una revelación: la comedia romántica ha muerto.


Patrick Dempsey (que lleva romcom grabado a fuego en la frente) cierra Tiffany’s en Nueva York con veinte dependientes dentro con cara de hienas para proponerle matrimonio a Reese Witherspoon. Fue entonces cuando cristalizó la idea al mismo tiempo que el pedrusco en la mano de ella: ¿qué hombre* se atreve ahora a cerrarte un Tiffany’s, para que le investiguen después sus cuentas en el extranjero? Y quien dice cerrarte una joyería, dice unas vacaciones en las Seychelles o una cena en El Celler de Can Roca.

Como decían en "Laberinto de Pasiones": sin dinero, nena, no coche, no chica, no tate, no vicio, no rímel.

¿Cómo no se me había ocurrido antes asociar la comedia romántica con la burbuja inmobiliaria? Si lo piensas bien, las dos nacieron al mismo tiempo. Últimamente nos han querido vender “Tú y yo”, “Desayuno con diamantes”, “Vacaciones en Roma”, “El apartamento”, “Descalzos por el parque”, “Tal como éramos” o “Annie Hall” como comedias románticas, pero cualquiera con conocimientos básicos en la historia del cine te puede desmontar esa teoría.

Los inicios de la romcom as we know it se pueden fechar en “Cuando Harry encontró a Sally” (1989), que no es una comedia romántica propiamente dicha, pero presentó a la que fue sin duda la primera reina del género, Meg Ryan. Curiosamente, se hizo famosa por fingir un orgasmo en la película, todo un bautizo que se abre a multitud de interpretaciones:

1) Marxista: si las comedias románticas estuvieran destinadas a reimplantar la idea del amor romántico del XIX para fomentar la compra de casas por parte de las parejas (cosa que mi estilo vistiendo me impide afirmar categóricamente), el orgasmo fingido de Meg (que ningún hombre pudo olvidar por muy inocente que se mostrara en películas posteriores) sería el símbolo de la capitalización del erotismo de la mujer que es capaz de fingir un orgasmo (y, por lo tanto, de fingir el amor, pues sexo y amor nunca van separados aquí) para conseguir un techo.

 2) Quijotesca: si la mujer es capaz de fingir sexo y amor, es consciente de que el género (el cinematográfico y el femenino) es una farsa y lo utiliza como escapismo, a la manera que el hombre utilizaría las películas de acción (con el riesgo para las solteras de larga duración de llegar a creerse demasiado esas historias y confundir molinos con príncipes azules).

3) Serendípica: la coincidencia de ese orgasmo con el inicio de la burbuja inmobiliaria sería lo que los ingleses llaman una coincidencia feliz, como también sería una casualidad que coincida con el nacimiento de Internet (y con ella, el mayor acceso al porno por parte de los hombres en la historia de la humanidad). De hecho, una de las características principales de la comedia romántica es la serendipia.

Puede que ninguna de estas teorías sea cierta, pero desde que explotó la burbuja en 2007, la comedia romántica empezó a sufrir un descenso progresivo en la calidad de las estrellas, los guiones y la dirección. ¿Dónde están las nuevas "Notting Hill", "Algo para recordar", "Serendipity", "Sucedió en Manhattan", "Love Actually", "La boda de mi mejor amigo", "El diario de Bridget Jones", "Sólo tú" o "Hitch"?

Me atrevería a marcar su ocaso con “Qué les pasa a los hombres” (2009), metacomedia romántica ("He's not that into you", su título en inglés) que desmonta las claves del género, burlándose precisamente de su lado quijotesco (todavía no ha salido ninguna que se burle desde una óptica marxista: a todos nos da pudor relacionar amor con dinero). Lo que vino después (“500 días juntos”, “La cruda realidad”, “La proposición”, “Con derecho a roce”, “Crazy, stupid, love”, “Amor y otras drogas”) huele a pescado congelado.

¿Llegamos a confundir en los 90 amor con consumo? Desde luego eran películas más sobre cómo cazar a un hombre (la obsesión americana con los anillos de pedida) que sobre la irrupción del amor. Si aceptamos la hipótesis de la mercantilización del amor, ¿el romance es incompatible con la crisis o se pueden aplicar políticas de austeridad en asuntos del corazón? ¿Debemos hacer responsable a Internet, con los portales de búsqueda de pareja/sexo a la carta, o simplemente la comedia romántica ha sido el primer género en caer debido a la piratería?

Al igual que la segunda guerra mundial acabó con la screwball comedy (su irreverencia, anarquía y cinismo están más relacionados con el amor para mi gusto que las romcom), me atrevería a decir que la recesión debida a la burbuja inmobiliaria ha acabado con el amor blando y materialista. ¿Hacia dónde nos dirigimos? No me preguntéis a mí, yo sólo soy una chica delante de un chico pidiéndole que la quiera.

*Casi siempre, en este blog, cuando hablo de hombre y mujer me refiero al género, a las construcciones sociales sobre lo masculino y femenino, no al estatus biológico. Hay mucho hombre que es muy mujeeeer y viceversa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece como si este post lo hubiera escrito un "ecómono" (usando tu etiqueta). Yo creo que la comedia romántica murió por causas naturales. El esquema clásico (se conocen, se enamoran, se enfadan, se reconcilian) tenía 10 años de vida... y ¡¡ha durado 20!! No lo veo tan relacionado con el consumo.

Es un post muy divertido.

Anónimo dijo...

El sexo nunca es gratis, daaaarlin

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