lunes, 19 de enero de 2009

Alberto García-Álix o los grises sin sombras

Retrospectiva de García-Álix en el Reina Sofía, con la excusa de la presentación de un vídeo, De donde no se vuelve, donde el artista revisa su obra y poetiza sobre su mundo. El vídeo no está mal, pero para mí solo los títulos de sus fotografías hablan más y mejor. Como Lo que dura un beso o Noche en el harén de un Geiperman.


Los tópicos: García-Álix fotografía Harleys, tatuajes, picos, teddy boys, actores porno, rockers, presos… Él es todo eso y más. Sus fotos más antiguas son más estéticas, con más composición, siempre frontales. Con el paso de los años son más desnudas, más sentidas. Huelen a sábanas sucias, gasolina y caballo. Sí, la mística de la heroína. Es su cliché.

Los retratos: Eduardo Haro-Ibars, Fabio McNamara, Camarón, Jodorovsky, Rossy de Palma… Pero sobre todos sus amigos y su hermano Wally. Como él mismo dice, con la heroína no puedes irte de rositas, y son muchos los que cayeron en el camino, entre ellos su hermano.


Es un Madrid, el suyo, que se ha retratado poco en el cine. Sólo se me ocurren Laberinto de pasiones o Días contados. Los bares de Malasaña, antes de que se convirtiera en el barrio trendy dedicado al comercio que es ahora. Los pisos antiguos, con las escaleras de madera, las habitaciones desnudas, los colchones en el suelo. Las pensiones. No sólo el Madrid de la droga y los dealers, o el Madrid de la movida que reniega de la movida. También el Madrid de los estudiantes izquierdosos, comprometidos, artistas de finales de los ochenta y principios de los noventa. Y los chicos de barrio de familias progres (Cuatro Caminos, Argüelles, Chamberí) que probaron la droga. El Madrid de Tierno, las salas de conciertos, las noches largas, el rock, los 15.000 yonquis, las chabolas. El Madrid castizo y moderno en el sentido baudelairiano. El Madrid pueblerino. La ciudad más divertida del mundo, como decían en Laberinto.


Las fotos de García-Álix me lo han recordado. Hay mucha camaradería en sus imágenes. Muchos amigos, se nota que conoce a los retratados. Miradas sinceras, orgullosas, nunca esquivas. Hay perros gatunos, sillas sencillas y arrogantes, jeringuillas que no penetran, acompañan. Grises sin sombras. No retrata el underground. Se retrata a sí mismo. Su estética me gusta, es muy Varvatos.


Su serie de China no me convenció. Parece una imitación de sí mismo. Pero supongo que no puede seguir retratando un Madrid que ya no existe.


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