miércoles, 12 de noviembre de 2008

Veo, veo...

Veo, veo… un chico. Veo, veo… una chica.



Veo, veo… el peor lugar del mundo, ese que habéis convertido en vuestro mundo. En realidad, uno de tantos que salen en las revistas y la televisión. Aunque creáis que el vuestro es diferente, personal. Porque vamos a analizar eso de personal: no lo hiciste nada mal, te lo montaste de puta madre, te camelaste a tus padres mientras te hizo falta, terminaste los estudios para después encontrar ese trabajo que tanto deseabas. Nunca pusiste a prueba la pareja y por eso sigues casado. Lo próximo, supongo que los hijos y un coche nuevo. Has tenido suerte, si es que la hoja de una vida se puede trazar de otra manera. Y mientras tanto, aquí sigo estancado en otra historia, digamos más personal; pero voy a salir de esta, te lo aseguro.

¿No has visto a ese gigante que camina en blanco y negro mientras espía vuestras diminutas e insignificantes vidas? Puede que parezca que me paso el día con el culo aplastado sin hacer nada. Pero, ¿de veras crees que me dedico a esto? Para nada. Lo hago para sobrevivir, y os aseguro que resistiré. Sólo espero el momento de pasar al ataque, señoras y señores, prepárense porque voy a presentarme en sociedad. Y no estoy dispuesto a fracasar. El que os espía ha apuntado vuestros números, ha tomado notas y sabe cómo funciona vuestra mente. Os he estudiado y vuestro cerebro no está más desarrollado que el mío, excepto que vosotros sois más capullos y os pasáis de listos, no os quitáis la máscara ni para follar, nunca reconocéis vuestros errores y nunca hacéis nada precipitadamente. Salvo eso, a todos nos gusta pasearnos por el parque de la mano de una chica y besarla como en Resplandor en la hierba.

Cada noche, antes de acostarse, repasa el plan, calcula el tiempo que da la ecuación de máximo placer y pone la alarma del despertador a esa hora, la que hará volar en mil pedazos vuestro paraíso. Todo a la mierda. Bingo. Y con esa idea entra en sueños el que os espía.

Como en los viejos tiempos, cuando me daba por analizar mis movimientos: la multitud queda absorta ante el control absoluto de Fran a la bicicleta, evitando con pericia la caca de perro al lado del ultramarinos de la esquina. O cuando imaginaba la placa reluciente que pondrían sobre el lugar donde toqué el pecho de una chica por primera vez. Aunque, espera, todavía queda lo mejor. Verás, no sé como decírtelo, pero creo que deberías tomarme en serio. Porque lo cierto es que llevo 16 semanas acostándome con tu mujer, fumando tus cigarrillos, bebiendo tu coñac y deshaciendo la misma cama que elegisteis entre los dos. Y en todo ese tiempo, lo único que he deseado es que aparecieras inesperadamente una la tarde y nos pillaras haciéndolo en tu habitación.

Espío para ganarme la vida y me especializado en la venganza. En quitarte aquello que sé que más te duele. No puedo evitarlo. Tuve una infancia difícil. Mis parques favoritos son los parkings, la hierba sólo sirve para fumar, las chicas para tirárselas. Coger tu manual de vinos y métetelo por el culo. Tu estilo Cortefiel me excita. Con quemaduras de colilla en trajes de marca y miles de pequeñas arrugas secas formándose alrededor de tus ojos.

Y cada noche, antes de acostarme, preparo un nuevo plan de ataque. Porque no se trata de una guerra de sexos, es más una guerra entre los que tienen y los que no tienen. Y da la casualidad de que yo tengo lo que necesitas, justo lo que necesitas.

A media noche, el que espía irá a por ti como un vampiro, o más bien como un dios en blanco y negro que lo ve todo y que te sacará de este estado malsano de vicio, fiestas, cenas y café. Te cogerá por la cintura y te hará cantar de nuevo. Venga, canta y baila otra vez.

Veo, veo… un chico. Veo, veo… una chica, y la oportunidad de cambiar el mundo, de cambiar tu mundo.

(Granada, 11/5/1997, en plena crisis fin de carrera. Una década más tarde, las cosas no han cambiado tanto)

PD: Gracias, Adolfo, por tu memoria...

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