Medianoche (Midnight, 1939)
Argumento: chorus girl (Claudette Colbert) llega a París huyendo de sus deudas en la Costa Azul sin más equipage que un minibolso de fiesta y, tras una sarta de mentiras, acaba siendo recibida por la clase alta parisina con todos los honores.
Considerada su obra maestra, con guión de Wilder y Brackett, que precisamente ese año también escribieron Ninotchka para Lubitch, también ambientada en París, también en el Ritz, lo que menos me gusta de la peli es justamente la marca Wilder, aunque es cierto que algunos de sus momentos son hilarantes, como cuando aparece el Barón Czerny en el chateau, típico de Wilder rizando el rizo.
Pero a veces el tono screwball va en detrimento de la naturalidad, el encanto, el romanticismo de Mitch. Me quedo con el vestido de Claudette llegando al principio a la estación de tren empapada de lluvia.
Con el ceño fruncido de Don Ameche cuando van en el taxi y se da cuenta de que se está enamorando de ella.
Con sus peleas de enamorados. Con la llamada a la niña. Con sus teorías sobre el amor y el dinero, sobre cómo la pobreza acaba con el amor. Con ese juego de roles sociales y ese retrato tan divertido de la alta sociedad europea. Con cuando ella le dice a John Barrymore (el abuelo de Drew): “Toda cenicienta tiene su medianoche”. Por cierto, que la Parisian soirée con todos aburridos escuchando a la cantante de ópera es un chiste privado, pues Mitch acaba de separarse de su mujer, una diva de ópera que vivía en París.
No hay tiempo para amar (No time for love, 1943)
El argumento: career girl (Claudette Colbert) se enamora de obrero de la construcción (Fred MacMurray) y pretende desenamorarse pasando tiempo con él, para darse cuenta de lo gañán que es: “Maybe one person really is better than another, and there couldn't be any real happiness – just momentary infatuation”.
Considerada una obra menor, es sin duda mi favorita.
MacMurray se puede considerar en esta película el primer hombre objeto de la historia del cine, por contraposición al galán que creó Valentino. “You are the living proof that men can exist without mentality”, le espeta ella al poco de conocerse, y después se pasa toda la película llamándole simio, superman, king kong. MacMurray nunca ha estado más sexy que en las películas de Mitch, más seductor, más homme fatal y más encantador. Debe ser que está en la mirada del director.
Se ha criticado mucho la ridiculización del grupo de homosexuales de la película, pero todo tiene su porqué: por esa época Mitch tenía una relación con un bailarín, Billy Daniels, que por lo visto era un poco basto y estaba harto de que todos sus amigos se mofaran de su falta de gusto, así que la escena en que MacMurray los tumba es más una venganza contra su trouppe que otra cosa. Aquí todos revelando y admirando la foto de MacMurray con el torso desnudo.
Por si fuera poco, la película incluye una de las escenas más camp de la historia del cine, que Hitchcok llegó a imitar en el sueño daliniano de Recuerda. Esta no tiene a Dalí, pero sí a Superman. IMPRESIONANTE.
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